Otra Policía de Río Negro. Un pormenorizado análisis de la institución

En primer lugar, deseo agradecer los “me gusta”, “me encanta” y los comentarios vertidos a raíz de la publicación de la primera parte. “Avizoro que se va a poner interesante”, dijo Tomás Vega y, aparte de sacarme una sonrisa, festejo el compromiso que surgen en los comentarios, lo que me hace confirmar que el tema esta “vivo”, afortunadamente.

Digo afortunadamente porque ya es hora que tanto activos como pasivos pongamos “la pata en suelo” y nos afirmemos en nuestros derechos para que nos respeten y valoren como lo que realmente fuimos, somos y seremos: una institución imprescindible de la sociedad, porque sin Policía no hay sociedad.

Ratifico diciendo que se pueden cerrar todos los lugares públicos, excepto dos: el Hospital y la Comisaría.

Pero tan alta responsabilidad precisa ser honrada con integrantes que se hallen a la altura de ella. Que trabajen bien pagos, muy preparados profesionalmente, convencidos de su función como servidores públicos, con vocación de servicio y con amor por su Policía y no solamente por el sueldo y el retiro siendo joven. Gente honesta, que sepa proceder con firmeza, con mucha prudencia, sin andar-irreflexivamente- a los tiros como ha ocurrido y siempre dentro de la ley.

Buscando esa meta, difícil, casi utópica diría, es que pretendí cambiar estructuralmente la Institución. Reitero lo que hice constar en el escrito anterior; de los que me rodearon ninguno estuvo de acuerdo, pero ninguno presentó una alternativa distinta, ni siquiera una variante. Callé más de treinta años para no herir susceptibilidades, pero cercanos los estragos de la vejez, hago público mi proyecto. Para ello, es necesaria…

UNA INTRODUCCION

“Art.1º. La Provincia de Río Negro, en ejercicio de su autonomía y como parte integrante de la Nación Argentina, se dicta su Constitución y organiza sus instituciones bajo el sistema republicano y democrático de gobierno, según los principios, derechos, deberes y garantías consignados en la Constitución Nacional”.

Bajo esta premisa pensé en una Policía “a la rionegrina”, con perfiles propios, organizada de acuerdo a su complejidad, su geografía, sus usos y costumbres, recogiendo la experiencia de las Fuerzas Armadas, de las Policías hermanas, de Gendarmería, Prefectura, y Servicios Penitenciarios, sumándolos a nuestro quehacer, pero sin copiarlos “in totum”.

No me extiendo sobre esto, para no hacerlo tan largo, pero ejemplos sobran, que desnudan y dejan al descubierto una gran falta de personalidad, de estudio y discusión sobre el quehacer que nos corresponde, de poca imaginación, de una especie de colonización mental que mansamente espera las reformas-perjudiciales en muchos casos- sin levantar la voz o presentar propuestas alternativas.

La nuestra era una muy buena Policía, de las mejores, producto del trabajo de muchos hombres que predicaban con el ejemplo y a lo largo de los años le dieron lustre a la Institución. Sin embargo, en pocos años un marcado desprestigio se deja ver. Policías en actividad asaltando un supermercado y asesinado fríamente a un camarada que se ganaba unos pesos más haciendo adicional o el caso del oficial Muñoz, cruelmente fusilado e impune el hecho hasta el día de hoy. Otros casos donde quedan dudas sobre el proceder, con su secuela dañosa y desprestigiante.

¿Qué pasó?, ¿Cómo llegamos a esto?… En parte por no saber “aggiornarnos”, por no darnos cuenta que la sociedad actual cambia a un ritmo vertiginoso y que el tema de la seguridad se ha convertido en un tema serio, que ya no se respeta el uniforme ni la ley como otrora y que hasta la administración de Justicia ha cambiado. Sobre el tema judicial he de explayarme en otra oportunidad.

Ya desde entonces creí necesario un cambio-y lo sigo creyendo- partiendo de una cosmovisión, de un análisis que nos diera una respuesta para mejorar nuestra estima como Institución imprescindible de nuestra sociedad, que nos jerarquizara políticamente incluso. En esa búsqueda nació mi propuesta, que nunca pretendió ser la única, sino para tener un mejor lugar en el concierto de las reparticiones del Estado. Rescatando lo útil y conveniente de nuestro pasado y de las otras instituciones, con especialidades preparadas para trabajar dentro del amplio campo de tareas que tiene la función y con la disciplina necesaria para cumplir con la misión.

LA “OTRA POLICIA”

Teníamos entonces por delante más de diez años para hacer la transición y la idea era comenzar el 2001 con la nueva estructura. Cambiar las formas mediante un ceremonial propio y con una sola escuela, regida con seriedad pero sin abusos ni enseñanzas inútiles. Con disciplina desde la convicción, no desde el temor al castigo. Básicamente, a grandes rasgos, porque si entro en detalles me voy a extender demasiado, yo pretendía eliminar de la estructura los dos escalafones; el de personal superior y el de personal subalterno. Hacer un sólo escalafón, partiendo del cadete hasta el grado de comisario general. Eliminar el término agente y reemplazarlo por el de oficial: oficial ayudante, oficial auxiliar, oficial principal, oficial mayor, subcomisario, comisario, comisario inspector, mayor y general. Luego de dos o tres años de estudio, el oficial recién recibido iba a recorrer y “hacer parada” como hoy lo hace el agente. Que pudiera llegar a comisario general, pero a través de un permanente perfeccionamiento, con programas de estudio continuo, a distancia y exámenes previos a cada ascenso, con acompañamiento didáctico y capacitación previa a los exámenes, sumados a las demás exigencias y que el grado de Subcomisario, estuviese acompañado por un grado universitario. Obligarlo a leer, a cultivarse, y no dejar al libre albedrío este tema, porque hoy por hoy la experiencia no es suficiente.

Crear el Personal de Apoyo, con un régimen distinto, donde fueran los que no cumplen verdaderas tareas de policías de seguridad y que hoy gozan de los mismos derechos, tienen grados jerárquicos, pero no las mismas obligaciones.

Trabajan de lunes a viernes, no “hacen la calle”, se van a partir de los veinte años, etc (lo siento pero es la verdad).

Por otra parte, conocí muchos suboficiales que eran mejores policías que muchos oficiales. Lamentablemente, hoy percibo mucho resentimiento hacia la oficialidad y eso no es bueno.

Fui el creador de la Dirección de Capacitación y Perfeccionamiento, rescatada de la División Instrucción y Educación que dependía de Personal. Jerarquicé la Educación que pasó a integrar la Plana Mayor. Los cursos de agentes los traje al edificio de la escuela de cadetes, sacándolos del ofensivo galpón de chapas que habían sido los talleres policiales y que pomposamente se llamaba Escuela de Suboficiales. Racionaron en el comedor de la escuela y terminé con los viajes llevando las ollas en el rastrojero o ¡caminando! entre las dos escuelas. A la entrada hice poner el cartel que decía Escuela de Policía y no Escuela de Cadetes. Le di vida a la Biblioteca Policial (fue lo único que quedó) y comencé a armar la imprenta para elaborar el material de estudios.

Repentinamente me trasladaron como tercero a la Regional de Bariloche y seguramente me iban a postergar en mi ascenso a Mayor.

Un rotundo fracaso acompañó aquella iniciativa y por respeto a mí mismo ante el manoseo al desjerarquizarme, porque nadie me apoyó y porque me pareció que estaba de más en la Policía, con mucho pesar puse fin a mi carrera y pedí mi retiro, que prontamente me dieron para que no joda más.

Pasé a retiro, pero nunca me fui de mi querida Policía de Río Negro, a la que me gusta llamar “mi segunda madre”.

Me queda tela para cortar, pero será para otra ocasión.

Texto: Roberto Cancio.

Título original de la nota: OTRA POLICIA

Foto ilustrativa

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