Cómo se formaron Las Grutas. El mar las fue forjando en su cotidiano ir y venir

 

El balneario Las Grutas es un verdadero paraíso para el deleite de residentes y turistas. El mar o mejor y poéticamente dicho “la mar” le da una impronta única. La mano de Dios ha sido pródiga y con justa razón se lo ha denominado “el golfo más azul del continente”.

Si tenemos la suficiente imaginación para viajar al pasado podemos transportarnos en lo escrito por la historiadora y escritora doña Josefina Gandulfo Arce de Ballor a un tiempo pretérito pero no tan lejano.

“Sobre la costa del litoral atlántico, en el golfo de San Matías, a doce kilómetros de San Antonio Oeste, hace más de cuatrocientos años, se levantaban sobre el mar, gigantescas y cóncavas cuevas, de construcción muy fuerte y formas arquitectónicas; su composición de arcilla y arena, mezclada con sal y yodo, reforzaron sus pilones, convirtiéndolos en abrigos resistentes a la marcha y contramarcha de las olas, que cada seis horas las sacudían, haciéndole sentir su fuerza renovadora”.

Sin duda que la forma de las grutas en los acantilados es la verdadera postal que identifica al balneario y le da su nombre.

Por su parte, refiriéndose al mismo tema, el historiador de San Antonio Oeste Héctor Juan Izco, en su interesante libro “San Antonio Oeste y el mar”, bajo el título “Más allá en el tiempo” también dejó su impresión sobre las mismas.

“Pero Las Grutas siempre existieron. Como fenómeno natural siempre existieron. Había eso sí, si nos metemos en viejos recuerdos más grutas, muchas más. En la zona entre la actual bajada 0 y la 1, los siglos en el golpear de las aguas del golfo San Matías, fueron compactando las arenas y formando la zona de acantilados, y dentro de ella, produciendo el fenómeno de las grutas. El tiempo también en ese constante batallar haciéndolas fue también deteriorando y destruyendo algunas. Todavía quedan. Antes, se usaban más pues en esa zona, en viejos tiempos, era el único refugio sombreado”.

Con la moderna urbanización de la villa al invadir médanos y permitir el tránsito automotor por la costanera el deterioro de los acantilados se ha acentuado poniendo a veces en riesgo a los bañistas por desmoronamientos.

Doña Josefina de Ballor recuerda que en un tiempo pretérito aquellas singulares grutas, gigantescas y cómodas, servían de abrigo a las aves de las más variadas especies que allí anidaban. Hoy en los huecos de las mismas han formado sus nidos una colonia de loros barranqueros que sobrevuelan el lugar y aún interactúan con los turistas.

El artesano y artista plástico Víctor Menjoulou (la Plaza de los Artesanos lleva su nombre) hijo de la siempre inquieta Lía Mares, había ideado un proyecto para esculpir el farallón de grutas entre las bajadas 0 y 1, con diversos rostros y figuras y darles un tratamiento para su cuidado y conservación, proyecto que no pudo ser y cayó en el olvido.

También el escritor y poeta Doroteo Prieto, o don Teo para los amigos, escribió un cuento maravilloso cuya trama transcurre en una de las famosas grutas, destacando que el paso de los años se lleva todo.

Lo cierto es que el mar ha trabajado incesantemente con su trajinar los acantilados y ha dejado su marca indeleble que hoy es el rasgo más distintivo del balneario.

El gran desafío es cuidarlas y preservarlas. Son un patrimonio local y la postal más característica de la playa. Y son nuestras, bien rionegrinas.

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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