El tesoro de San Blas, cerca de Patagones y Viedma: Piratas, corsarios y otros personajes

Entre muchas historias de la región que integran Patagones y Viedma figura la leyenda del Tesoro de San Blas, localidad bonaerense situada a poco más de 100 kilómetros al Noreste de las ciudades de Carmen de Patagones y Viedma.

Bahía San Blas es conocida a nivel mundial como el “paraíso de los pescadores” porque en sus costas se practica la pesca deportiva. “Pero la bahía guarda otras historias que merecen ser compartidas con quienes no las conocen, como la leyenda del Tesoro de San Blas. Alguna vez este enjambre de islas silenciosas y anegadas que se despliegan al Sur del río Colorado fueron refugio de piratas y corsarios y escenario de la que tal vez haya sido la última gran “corrida” que sufrieron los brasileros, en marzo de 1827, a manos de los patriotas” locales.

Sebastián Gaboto recorrió esos parajes desolados persiguiendo un delirio famoso: la ubicación de la Isla de los Césares, el país de las cúpulas de oro donde un puñado de gigantes blancos sepultó los tesoros del mundo.

La historia cuenta que a mediados del siglo XIX un buque pirata inglés que operaba frente a las costas de El Callao inició una huida hacia el Sur, perseguido por una flotilla de la Real Marina británica. Bajaron por el Pacífico, cruzaron el estrecho de Magallanes y, con los perseguidores sobre sus pasos, se introdujeron en la bahía y enterraron un fabuloso tesoro entre los bancos de arena que unen a las islas Gama y Flamenco.

Los piratas sólo alcanzaron a marcar el sitio con dos sables cruzados antes de que la flotilla de la Marina desembarque y se desate una cruenta batalla. La mayoría de los piratas murieron, pero algunos lograron embarcar y volvieron a sus tierras con la idea de volver algún día.

En 1872, tres europeos se enteraron por diferentes medios del tesoro pirata y decidieron asociarse para intentar descubrirlo. Eran dos ingleses, Mulhall y Buckland y un descendiente de nobles italianos: Gerónimo Peirano.

El método elegido fue dividir toda la zona en tres sectores y el acuerdo era que quien encontrase el tesoro debería compartirlo en partes iguales con sus socios.

El sorteo le otorgó a Mulhall la isla San Blas, a Buckland la parte de lo que hoy es el faro Segunda Barranca, mientras Peirano se quedó con Gama y Flamenco.

Y aquí la historia tiene dos versiones: la oficial dice que ninguno de los tres encontró absolutamente nada, pero existe otra historia que indica que Gerónimo Peirano encontró el tesoro escondido.

Gerónimo Peirano: Poco después que trascendieran los primeros indicios de un presunto fabuloso tesoro, el italiano Gerónimo Peirano llegó a San Blas para hacerse cargo de un destacamento naval argentino. Algunos indican la fecha de llegada de Peirano en 1872 y otros en 1881. De todas maneras, Peirano, luego de comunicarles a sus socios el fracaso de su búsqueda, renunció al cargo que tenía en el destacamento y volvió a Italia. Pero tiempo después, regresó con tres embarcaciones, una de ellas identificada como Río Negro.

 

Fue entonces que comenzó a realizar viajes comerciales entre Buenos Aires, Bahía Blanca, San Blas y San Antonio Oeste, en la última década del siglo pasado.

De ese modo, Peirano empezó a comprar campos y montar barracas, pero también se encargó de la venta de agua potable en San Antonio, sedienta del vital líquido y hasta hizo construir estanques para depositarla.

Por supuesto, llamó la atención que Peirano pasara rápidamente de simple empleado naval a ostentoso comerciante.

 

Algunos indicios del tesoro: Antiguos pobladores de la bahía hacen referencia al tesoro y recuerdan testimonios de pobladores ya fallecidos que aseguraron haber encontrado indicios del tesoro.

 

Uno de ellos fue Octavio Álvarez, que había llegado a la isla en 1908 y se desempeñó como peón de estancia y resero, quien aseguró haber encontrado dos cadáveres y dos sables cruzados en ocasión de estar trabajando en la isla Gama. Esos cuerpos llevaban fragmentos de vestimenta que, según especialistas, se asemejaban a los de piratas del siglo XIX.

Por otro lado, en declaraciones a un medio periodístico, Eduardo S. Buckland decía que “yo un día descubrí un círculo, marcado sobre la tierra, y ordené a los peones que se pusieran a cavar. Encontramos un casco de un barril que aún conservaba los aros de metal, puesto allí por los piratas para juntar agua”.

Otras versiones orales indican que algunos afirmaron haber visto en una oportunidad a Peirano volver de la isla luciendo un grueso cinto con monedas de oro y la misma tradición indica que los comentarios aludieron a otro hombre -Félix Rubio- como poseedor de una rastra llena de monedas de oro. Presuntamente, ese vistoso accesorio se lo había regalado Peirano.

 

R.J.Watson, el australiano: En el verano de 1958, el aventurero R.J.Watson acordó con Raúl Peirano, por entonces concesionario de las islas Gama y Flamenco, la búsqueda del tesoro. Peirano puso los peones y Watson corrió con los gastos. Como antes, lo encontrado se dividiría en dos partes iguales.

 

La historia había llegado a oídos del aventurero siguiendo el guión de una novela de suspenso: un amigo de su padre, a punto de morir, reveló el secreto y trazó un mapa de ubicación. Todo lo que hizo después Watson Jr. fue buscar la forma de viajar a América del Sur. La ocasión propicia fue cuando recaló en un puesto de la Shell con sede en Maracaibo, Venezuela, famosísimo puerto de piratas hasta fines del siglo pasado.

Y, en 1967, Peirano rechazó un nuevo ofrecimiento de Watson para hacer un nuevo intento de encontrar el tesoro, aunque en 1970 el nuevo apoderado de Peirano, Pedro Tschudi, hizo que las 6.200 hectáreas de las islas Gama y Flamenco se llenaran de hombres, herramientas y animales.

A modo de conclusión: A pesar de que la leyenda tiene tantas versiones como narradores, el tesoro de la isla Gama aún flota en los comentarios de mucha gente de San Blas y de otras partes del país.

 

Por estos días, la isla Gama está destinada a la crianza de ganado vacuno y muchos modernos navegantes han podido observar que en Flamenco hay lobos marinos, recuperados de la depredación de los piratas del siglo XIX.

Pero no es la única historia de esta maravillosa bahía que parece sorprender con su mitología y su pasado. Se puede citar que en este lugar tuvo su feudo un magnate como John Bruno Wassermann y luego su hijo Erwin Wassermann, quienes dieron vuelta la historia de San Blas, a tal punto de hacer filmar una película llamada “Frontera Sud”, en la que actuaron Elsa O’Connor y Fernando Lamas, pero esto forma parte de otros segmentos de la historia de nuestra región que gustosamente narraremos.

Fuente: Investigación periodística y redacción: Rolando Marcelo Arrizabalaga

 

A casi 1.000 kilómetros de Buenos Aires, tierra de pescadores y misterio

 

San Blas/Isla del Jabalí

 

Esta porción de tierra unida sólo por un puente al continente forma parte del archipiélago de bahía San Blas y reúne calma y confort, además de una dosis de misterio. Está a 960 kilómetros de Buenos Aires, a 270 de Bahía Blanca y a 100 de Carmen de Patagones, en el extremo Sur de Buenos Aires.

Piratas y tesoros

 

San Blas también está asociada con historias que encienden la imaginación. Aquí, supuestamente, llegaron en submarino jerarcas nazis después de la guerra. De todos modos, no hay ningún indicio que permita dar crédito a esa versión que desde hace muchos años circula por estos lares.

La historia del lugar está emparentada también con piratas y tesoros ocultos, aunque los europeos que estuvieron a principios del siglo XIX lo único que descubrieron fue una excelente pesca.

 

Pero la isla también se ha volcado hacia un viejo aliado, cuyos favores no se había preocupado en atender: las grandes extensiones de campo. Hacia el Sur y desde la playa se divisan los techos colorados del ex Haras San Blas, de principios del siglo pasado, rodeado de una arboleda centenaria.

Allí está escrito el pasado de muchos pura sangre que pisaron los hipódromos argentinos. La historia no termina aquí. El haras se convirtió en el Resort Tiburón, Estancia Isla del Jabalí, con instalaciones recicladas que le permitieron conservar al establecimiento su identidad original, en medio de la zona declarada reserva faunística de la provincia de Buenos Aires por la variedad y riqueza de las especies que la frecuentan. Único en su tipo en América del Sur, el resort comprende 500 hectáreas de campo y 3000 de playas anchas bañadas por el Atlántico.

Es ideal para aquellas personas que gustan de las cabalgatas y de la tranquilidad del mar, donde llegan corrientes de Brasil de aguas templadas, incluso en invierno. Las habitaciones del resort están distribuidas en cómodos chalets que fueron las caballerizas, la pileta de natación es gigante y el Museo del Carruaje despierta gran interés. El mobiliario cuenta con piezas de Inglaterra.

Cuando cae la noche, la mejor estrategia para seguir pasándola bien es comer en el resort. Ofrece platos caseros y autóctonos, como cordero patagónico y ostras.

Hasta Italia llegaron las versiones acerca de la supuesta existencia del tesoro de la isla Gama, ubicada a poca distancia de bahía San Blas, tal vez ocultado por los piratas ingleses o franceses que incursionaron a sangre y fuego por estas costas patagónicas.

Poco estudiada y menos conocida es la historia de Bahía San Blas. Rica en anécdotas y mitos, la bahía acompaña las idas y vueltas de la historia nacional desde hace dos siglos. Corsarios y piratas dicen, aprovecharon estas costas como amarraderos y depósito de marcaderías extranjeras, al mismo tiempo que se surtían de productos locales. Cuentan que eso sucedía a fines del siglo XVIII. Recorre la imaginación, más que la memoria, la historia de un barco alemán que a principios del siglo XX habría encallado sobre estas costas maragatas, con la tripulación gravemente enferma y que luego falleció en el lugar. Ese relato quizás tenga su origen en las tres cruces que moran el “Cementerio de los Navegantes”.

 

Aunque las tres tumbas datan de principios de siglo las fechas de los decesos no coinciden, y pertenecen a un médico, a una joven y a un hombre que falleció en el lugar pero que habría estado de paso.

 

Alrededor de la mitad del siglo pasado una nave pirata que venía asolando las poblaciones del pacífico fue perseguida por una flotilla inglesa; los piratas se refugiaron en la Isla Gama, donde enterraron su tesoro, pero fueron muertos casi todos por los ingleses. Uno de los piratas se comunicó al tiempo con el encargado de la Prefectura Gerónimo Peirano, se cruzó a la isla acompañado de un hombre de apellido Graso que nunca regresó y al tiempo Peirano apareció comprando barcos, campos, aunque siempre negó que hubiera el tesoro Poco después que trascendieron los primeros indicios de un presunto fabuloso tesoro, el italiano Gregorio Peirano llegó a San Blas para, curiosamente, hacerse cargo de un destacamento naval argentino. Fue precisamente el 18 de abril de 1881.

Peirano no tardó mucho en acercarse a la isla Gama, que puede verse sin ninguna dificultad desde la isla Jabalí, en la villa marítima

Los comentarios pasaban en que tenían que encontrar una espada que llevaba una inscripción guía para la búsqueda del tesoro y Gregorio Peirano, que la estuvo buscando un tiempo, encontró esa espada”, Al parecer, Peirano le dijo a varios marineros que había “perdido las esperanzas” y que se quedaría en la mítica isla Gama. “Nadie supo nunca si encontró ese tesoro, pero que quedaron las versiones, quedaron”,

Las versiones hasta llegaron a oídos del alemán Otto Marquart, en 1925, en charlas de fogón que se realizaban en una estancia de la isla Gama.

De empleado a empresario “Gregorio renunció al cargo que tenía en el destacamento y volvió a Italia, pero tiempo después regresó con tres embarcaciones, una de ellas identificada como Río Negro y fue entonces que comenzó a realizar viajes comerciales entre Buenos Aires, Bahía Blanca, San Blas y San Antonio Oeste, en la última década del siglo pasado”

De ese modo, Peirano empezó a comprar campos y montar barracas, pero también se encargó de la venta de agua potable en San Antonio, sedienta del vital líquido y hasta hizo construir unos estanques para depositarla.

Por entonces, mucho llamó la atención que Peirano pasara rápidamente de simple empleado naval a ostentoso comerciante.

Aunque algunos afirmaron que lo vieron en una oportunidad a Peirano volver de la isla luciendo un grueso cinto con monedas de oro en todo su contorno, los comentarios aludieron a otro hombre -Félix Rubio- como poseedor de unaa rastra llena de monedas de oro y que ese vistoso accesorio para los pantalones se lo había regalado Peirano.

El tesoro de la isla Gama aún flota en los comentarios de mucha gente de San Blas, incluso de la zona.
Hace 18 años un extranjero -algunos sostienen que fue un aventurero australiano- anduvo recorriendo la isla y no pocos pensaron que podría haber estado buscando también algún preciado resto monetario dejado por codiciosos piratas.

 

Fuente: Carnada fresca Bahía San Blas

Texto resumido

Reedición

 

 

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