Historias de tres delincuentes de la cárcel de Viedma, en 1934. Uno de ellos, muy sangriento

En una historia de la vieja cárcel de Viedma difundida por el periodista viedmense Omar Nelson Livigni, que incluye diálogos con tres bandoleros sentenciados en el año 1934, se reproducen afirmaciones  de  tres penados (Roberto Foster Rojas, Víctor Elmez, ambos de Chile, y Juan Orellano, de Viedma. ¿Quiénes eran, qué hicieron? De Foster dicen que estuvo acusado de ser el autor de hechos gravísimos. Uno esos casos habla de la masacre de una familia entera, la muerte de sus padres y varios hijos menores del matrimonio.

A continuación, la parte final de la nota de Livigni que hace referencia a los tres sujetos. Y, después, la crónica completa

Roberto Foster Rojas. Era un convicto cuya historia es conocida y ha sido reproducida por distintas publicaciones como la revista Rumbo Sur, APP y en varias publicaciones del periodista y escritor Elías Chucair, sin grandes diferencias en sus referencias. De origen chileno, séptimo hijo de familia de padre alemán y madre trasandina.  Sufrió de graves problemas de conducta en la escuela y castigaba a sus compañeros. A los 17 años emigró a la Argentina, donde recorrió varias regiones y efectuando los más variados trabajos hasta que ingresó en el camino del delito con asaltos a mano  armada. Se  lo recuerda como una persona fría y desalmada que mataba sin  necesidad o cuando se lo podía evitar.

Estuvo acusado de ser el autor de hechos gravísimos. Uno esos casos habla de la masacre de una familia entera, la muerte de sus padres y varios hijos menores del matrimonio. Se desempeñó en distintos trabajos, pero al mismo tiempo se convirtió en uno de los bandoleros más temidos en Río Negro y las provincias vecinas por su temperamento vengativo, feroz e implacable. Se la atribuyeron varias muertes por su participación en asaltos y robos a  chacras y boliches. Se comentaba que en el transcurso de un asalto,  un chiquito no detenía su llanto, Foster Rojas lo tomó de los pies y lo estrelló contra una pared.

Víctor Elmez. También nacido en Chile en 1907, llegó a la Argentina en1928.Tenía como profesión los oficios de chofer, relojero y herrero.  Poseía una fuerte inclinación a la lectura. La parte más atractiva de  los relatos de sus correrías durante el reportaje con Marín era en gran parte fruto de su imaginación o bien se atribuía alguna participación menor para no cargarse culpa. Lo más destacable de las declaraciones de Víctor Elmez fue cuando aludió a sus andanzas conjuntos en asaltos y tiroteos con Vairoletto (que en el libro aparece como Bairoletto, error que fue muy común en las veces que fue prontuariado). Contra particulares y las patrullas policiales, poniéndolas en jaque en todo el Alto Valle. Víctor Elmez trato de disminuir  “las mentas” y el “prestigio” de Vairoletto y comentó que siempre había ejercido  autoridad sobre su compinche.  Inclusive Elmez  dio a entender que hubo una discusión con Vairoletto, que no terminó a los balazos por la intervención de terceros.

Juan Orellano. Es de los penados jóvenes de Viedma, pero con historia larga como bandido. Nacido para el delito es el  más ferviente admirador Juan Bautista Vairoletto. ¿Qué lo ha determinado en su alma matrera a ese amor tan fuerte por aquel que un día fuera su compañero? Orellano tiene 34 años, asaltante por naturaleza, segundón siempre y peleador por definición, según lo describe el periodista Sobre la admiración que tiene Orellano por Vairoletto, Marín reproduce dichos como: “es el adjetivo mayor  en la vida de bandidaje”, “nadie como él podía escapar de la policía en sus propias barbas”, “pelearía mano a mano solo él contra diez milicos y los pondría en fuga”, entre otros. Hay que señalar que la misma policía estaba sugestionada con el nombre de Vairoletto  y al referirse a su puntería se decía que las balas de sus armas son infalibles.

Esta es la nota completa escrita por Omar Nelson Livigni

Historias de la cárcel de Viedma y diálogos con famosos bandoleros en 1934

Viedma.- (APP) Un libro editado en la Capital Federal en 1934 perteneciente a la biblioteca del conocido escritor patagónico Juan Hilario Lenzi lleva el título “Así hablan los hijos de  Martin Fierro”. Su contenido está referido exclusivamente a algunas referencias históricas sobre la cárcel de Viedma habilitada en 1903 y a una decena de reportajes que tuvieron como protagonistas a temidos bandoleros, muchos que se convirtieron en leyenda
en las jurisdicciones de Río Negro, Neuquén y La Pampa, como Juan Bautista Vairoletto.

El autor de la obra, Rufino Marín, periodista que se desempeñó en el diario Crítica de Natalio Botana, entre otros, llegó a estas tierras por su propio interés, quería tomar contacto con la realidad de la región patagónica, sin invocar a ningún medio metropolitano.

Un amplio espacio de 800.000 kilómetros cuadrados caracterizado por el olvido del poder central, las inmensas lejanías, la falta de caminos y las deficiencias de los juzgados de paz y las fuerzas de Policía, sospechadas de servir al poder político de turno.

Dice el periodista porteño que “en todos los territorios nacionales sus habitantes son a diario procesados por los policías lugareños. Antes que  se  cumpla la función preventiva que les corresponde los empleados policiales se dedican, por mezquinas conveniencias, a ejercer funciones sumariales que son propias de la justicia de instrucción. Los sumarios policiales son secretos, sin defensa, sin ningún contralor alguno, iniciados de oficio la mayoría de las veces.

Los procesados son arrancados de su medio, alejados de sus familiares y del radio de sus intereses y obligados a realizar fantásticos viajes de quinientos o mil kilómetros hasta enfrentar a algún juez constitucional, que dirá algún día, cuando el cúmulo de sus tareas lo permitan,  si es inocente o culpable. Son víctimas de un vulgar  e inicuo atropello”.

Agrega el visitante que “en los justos instantes en que visitaba Río Negro, el juez letrado de ese territorio Dr. Berlingieri, producía sentencia contra un Juez de Paz, condenándolo a dos años de prisión e inhabilitación  perpetua para ejercer cargos públicos”.

Con respecto a este diagnóstico demasiado general, quien firma estas líneas, puede asegurar que en  Río  Negro, aunque los hubo, no fueron tan habituales tales excesos.

El entonces gobernador Adalberto Pagano (1932-1943) se preocupó por mejorar el funcionamiento de la policía y alentó la radicación de los Juzgados Letrados. El mismo gobernador alentó la lucha que venía manteniendo el comisario Serafín Alvarez que no sólo editó un libro de carácter reivindicativo de la fuerza,  “La Policía Desamparada”, sino que además  redactó  un proyecto de Ley Orgánica para las policías de los Territorios Nacionales que en  la década de los años 40 pudo entrar en vigencia y brindar a los uniformados un nuevo estatus jurídico e institucional.

La vieja cárcel de Viedma

Al describir la vieja cárcel de Viedma, afirma Rufino Marín que: “Es una cárcel pequeña, a la antigua. Si los presos no escapan es por dos razones: primero porque las autoridades vigilan con más ojos que Argos, viven con el arma al brazo, taponan los agujeros por la luz, atisban siempre, en el día, en la noche,  no duermen, no comen, siempre vigilan”. Y segundo porque “hay muchos presos para los cuales la cárcel es una solución gananciosa de sus vidas”.  En otro momento incursiona con algunos cálculos propios sobre la capacidad del penal que resultan contradictorios. Parte de una población  de 170 internos hasta estimar una población de presos superior a las cuatrocientas personas, en aquel mes de agosto de 1934 que estuvo de visita.

Aludió a los peligros de la superpoblación y dejó entrever que se había producido un intento masivo de fuga por esa razón, pero que fue oportunamente sofocado sin costos de  víctimas. Relata que a partir de esos incidentes fue convocado a tomar la conducción de la cárcel el oficial Armando Aguilar -primer director del penal creado en 1903-, quien dominó pronto la situación, describiéndolo en su personalidad “enérgico como el que más, pero bondadoso en su fundo,y al que los penados, hasta los más  bravos, aún los más bandoleros y sanguinarios, lombrosianos sin vueltas, respetaban sin rencores”.

Los hijos de Martín Fierro

Así define Rufino Marín a todos los personajes y protagonistas de la vida patagónica de ese entonces, sin discriminar ya sea bandoleros, criminales, asesinos, cuatreros y  jueces,  “en ocasiones dramáticas y generalmente peligrosas”.

A continuación se reproducen en una apretada síntesis y conceptualmente los dichos  y afirmaciones  de  varios penados, en el curso de los reportajes, algunos de los cuales superaron las tres horas de duración.

Roberto Foster Rojas

Era un convicto cuya historia es conocida y ha sido reproducida por distintas publicaciones como la revista Rumbo Sur, APP y en varias publicaciones del periodista y escritor Elías Chucair, sin grandes diferencias en sus referencias. De origen chileno, séptimo hijo de familia de padre alemán y madre trasandina.  Sufrió de graves problemas de conducta en la escuela y castigaba a sus compañeros. A los 17 años emigró a la Argentina, donde recorrió varias regiones y efectuando los más variados trabajos hasta que ingresó en el camino del delito con asaltos a mano  armada. Se  lo recuerda como una persona fría y desalmada que mataba sin  necesidad o cuando se lo podía evitar.

Estuvo acusado de ser el autor de hechos gravísimos. Uno esos casos habla de la masacre de una familia entera, la muerte de sus padres y varios hijos menores del matrimonio. Se desempeñó en distintos trabajos, pero al mismo tiempo se convirtió en uno de las bandoleros más temidos en Río Negro y las provincias vecinas por su temperamento vengativo, feroz e implacable. Se la atribuyeron varias muertes por su participación en asaltos y robos a  chacras y boliches .Se comentaba que en el transcurso de un asalto,  un chiquillo no detenía su llanto, Foster Rojas lo tomó de los pies y lo estrello contra una pared.

Víctor Elmez

También nacido en Chile en 1907, llegó a la Argentina en1928.Tenía como profesión los oficios de chofer, relojero y herrrero.  Poseía una fuerte inclinación a la lectura. La parte más atractiva de  los relatos de sus correrías durante el reportaje con Marín era en gran parte fruto de su imaginación o bien se atribuía alguna participación menor para no cargarse culpa. Lo más destacable de las declaraciones de Víctor Elmez fue cuando aludió a sus andanzas conjuntos en asaltos y tiroteos con Vairoletto (que en el libro aparece como Bairoletto, error que fue muy común en las veces que fue prontuariado). Contra particulares y las patrullas policiales, poniéndolas en jaque en todo el Alto Valle. Víctor Elmez trato de disminuir  “las mentas” y el “prestigio” de Vairoletto y comentó que siempre había ejercido  autoridad sobre su compinche.  Inclusive Elmez  dio a entender que hubo una discusión con Vairoletto, que no terminó a los balazos por la intervención de terceros.

Juan Orellano

Es de los penados jóvenes de Viedma pero con historia larga como bandido. Nacido para el delito es el  más ferviente admirador Juan Bautista Vairoletto. ¿Qué lo ha determinado en su alma matrera a ese amor tan fuerte por aquel que un día fuera su compañero? Orellano tiene 34 años, asaltante por naturaleza, segundón siempre y peleador por definición, según lo describe el periodista Sobre la admiración que tiene Orellano por Vairoletto, Marín reproduce dichos como: “es el adjetivo mayor  en la vida de bandidaje”, “nadie como él podía escapar de la policía en sus propias barbas”, “pelearía mano a mano solo él contra diez milicos y los pondría en fuga”, entre otros. Hay que señalar que la misma policía estaba sugestionada con el nombre de Vairoletto  y al referirse a su puntería se decía que las balas de sus armas son infalibles. (APP)

About Raúl Díaz

Check Also

Río Negro: Murió una mujer embarazada en un choque sobre la ruta 22, en Cipolletti

  El siniestro vial ocurrió el miércoles en el cruce de la ruta nacional 22, …