Mis cosas y yo: Un acumulador compulsivo de antigüedades

 

Mis amigos dicen que mi casa es un Museo y razón deben tener. Soy un acumulador compulsivo de antigüedades, de esas cosas que dice Borges que nos trascenderán cuando nosotros ya no estemos más sobre esta tierra.

Mi pasión de coleccionista se despertó desde muy temprano, primeramente con los libros, sobre todo los antiguos, los más llamativos, las ediciones raras y en particular mi tesoro: los más de ochocientos ejemplares dedicados por sus autores, entre ellos, por ejemplo, un Canto General de Pablo Neruda firmado con su característica tinta verde.

Me gustan los adornos raros: las botellas de forma misteriosas (tengo una con forma de pescado); los viejos sifones; los calentadores; las balanzas (incluida una romana); las figuras del genial Molina Campos; tijeras viejas de esquilar; mi querida lapicera Tintekuli; tinteros de vidrio; redondos colgadores de repasadores con espacio para la cajita de fósforos; cuchillos; más de cincuenta pasadores de pañuelos de cuello; varios mates, bombillas y cucharitas; relojes de todo tipo y forma; latas de viejos productos como te, bacalao, dulce de membrillo –este en forma de valijita de chapa con la inscripción de la firma Bagley.

Pequeños muñequitos de Borges, Chaplin y otros; el micrófono donde cantó por última vez Azucena Maizani; mayólicas; cintos con hebillas; tallas en madera y en piedra; colecciones de revistas (Todo es Historia, Humor, Crisis, Revista Patagónica, Condorito); latas de especias como azafrán, polvo de laudar Royal y otras; copas y vasos de formas caprichosas (un vaso con forma de bota) lapiceras de todo tipo y color; un banco de madera de escuela primaria; botellones grandes; un antiguo y pesado velador con cuello de avestruz; muchos billetes, entre ellos el “Menem trucho” que imprimió Gostanián.

“Monedas antiguas; una rastra con patacones; piedras raras; documentos antiguos; muñecas de porcelana; alhajeros; libretas de ahorro escolar con sus respectivas estampillas y libretas de enrolamiento tipo carnicero; un elefante de madera tallado de la India; latas de galletitas y de bombones; varios cuadros de pintores amigos; cajas de archivos con cartas; más de quinientas tarjetas postales de todo el mundo y otras muy viejas; fotografías familiares y cartas de mi familia; adornos de bronce; un Quijote de la Mancha, afiches; un combinado en perfecto estado, radios del siglo pasado; un grabador Ranser; 2 radios Tonomac, un  tocadisco;

“Un sombrero campesino de México (regalo de un escritor); un jarra para servir leche; una colección de llaves; chapas de patente de otra época; tinteros de madera ocultos en los nudos de la madera; una cuchilla para descolar remolacha azucarera; una colección de platos decorativos; varias cerámicas de diferentes estilos; llaveros; un tapón de Chandón para botellas de champaña; un descorchador de los comienzos de la cervecería Quilmes y varios abridores de diferentes marcas; una valijita pequeña; un baúl muy trajinado; un lagarto tallado en palo santo por artesanos tobas; salamandras de madera;

“Una salamandra, pero de hierro fundido y funcionando en los inviernos; varios elefantes; dibujos de viejas propagandas; un patito candelabro realizado con un gancho de carnicero por mi amigo Jorge Íncola; una tabla para picadas con madera de olivillo regalo del Flecha Pérez; a pesar que no fumo un cenicero de madera con varias pipas; un velero artesanal de buen tamaño; una moto en escala bellísima; un botellón de cerámica para Whisky comprado en una feria de Bahía Blanca; una cortapluma suiza; un regla calendario propaganda de Bols; una plancha de hierro con su respectivo posa plancha; un farol sol de noche; mi aparador con vidrios biselados; un juego de ajedrez profesional y otro de dominó con fichas de marfil; un tirabuzón con muchas botellas destapadas encima; un cañón con su cureña; una brújula; muchos casetes musicales, discos de pasta y compactos dedicados algunos de ellos por sus intérpretes;  una medida para el despacho de bebidas alcohólicas; polveras; abanicos; un carrete de cables hecho mesa. Y muchas, pero muchas cosas más.

Y mi sueño de ser colectivero se ha cumplido en parte: Gentileza de Salvador Cambarieri, me ha obsequiado un  porta monedas que era de su padre. Yo contento: doy el boleto, le doy monedas de vuelo y arranco feliz hacia la vida de todos los días.

 

Jorge Castañeda

 

Escritor – Valcheta

 

Foto Salvador Cambarieri

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