El Viejo Vizcacha es argentino. Somos pendencieros, avivados, amigos del juez, oportunistas

 

 

Vamos a tomar unos mates don Vizcacha. Tengo que contarle muchas cosas. Eso sí, para que no me pase como le pasó a su mujer que la mató de un garrotazo (lo sé después de haber leído el Martín Fierro que escribió un tal José Hernández), la yerba está nuevecita y el agua caliente, como para cimarronear a gusto.

Yo sabía que usted era también medio cimarrón, bastante renegao y muy ladrón, pero era mi tutor, según lo entendió el juez. ¡Cosas de la vida haberlo conocido!!

Me acuerdo que usted estaba lleno de camándulas y rodeado de perros a los que mantenía matando vacas ajenas, delito que ahora se llama abigeato. En fin, toda una joya.

Sabe, ha pasado el tiempo y usted se ha hecho famoso. Y también tengo que agradecerle – a pesar de tanto maltrato- los consejos que me supo brindar cuando empinando la ginebra estaba un poco en pedo. Lo digo porque de alguna manera usted fue un profeta: Hoy su filosofía cínica e interesada se ha convertido en la forma de vida y de comportamiento de muchos argentinos. ¡Qué ironía!!

Hoy como usted me dijo “ya nadie para donde hay perros flacos”; es que la pobreza espanta y ni siquiera  es una estadística: los pobres, se sabe ni tienen historia ni existen.  Y hoy al igual que hacía usted, cada uno “trata de salvar su propio pellejo”, porque a nadie le importa la suerte de los demás. La solidaridad es uno de los valores que se ha perdido en el tiempo. Y qué verdad más grande me enseñó cuando me dijo que: “hay que hacerse amigo del juez”. ¡Si lo sabrán los políticos y los poderosos que hoy mandan en esta Patria!!

Que cada hombre tiene su precio es sabido, pero si usted viera cuando gente que alguna vez tuvo cierta dignidad hoy es como “hacienda baguala que caí al jagüel en la seca” seguro se caería de espalda.

Usted también me lo dijo “hay que quedarse tranquilo en su rincón” para pasarla bien y no dejarse embaucar por las “lágrimas de la mujer”, aunque ahora hay muchas feministas que ven las cosas de otra forma y hasta  lo enjuician si alguno la trata de bicho.

Ahora este país está lleno de discípulos suyos, de pícaros (alguna fama de eso tenemos en el mundo) que como usted, se hacen los sordos aunque el mundo se desplome. Y tienen “la memoria del burro que nunca olvida donde come”. Otro escéptico como usted dijo que “la panza es reina y el dinero Dios”.

¡Qué gran sabiduría la suya, no llamar nunca la atención!!! Y aprender de las hormigas que nunca van a un noque vacío. ¡Cuántos lechones en su teta están hoy mamando del erario!!

Pero también tiene un poquito de sensibilidad: ¿Se acuerda de su  sentencia?: “Ansí se alimentan muchos/ mientras los pobres lo pagan/ como el cordero hay quién lo haga/  en la puntita no niego;/  pero otros, como el borrego,/  toda entera se la tragan”.

De la familia ni hablemos, si usted supiera las cosas que se ven ahora, que algunos cansados de tanta confusión “se dedican a solteriar”.

Y con esto de la inseguridad como se la llama ahora me parece que escucho su voz gangosa por la tranca decirme que no deje que hombre ninguno me gane el lao del cuchillo. ¡Si sabremos ahora que las armas son necesarias y que al salir, salgan cortando!!

Su saber popular y empírico a veces me ayudó mucho con esto que ahora llaman depresión, melancolía o splin, y repito su consejo: “Donde los vientos me llevan/ allí estoy como en mi centro; /  cuando una tristeza encuentro/  tomo un trago pa alegrarme”. Es que en algunas ocasiones para matar las penas también “a mí me gusta mojarme/  por ajuera y por adentro”.

Ya no soy un pollo y algunas de sus razones me han convenido.

Vamos, don Vizcacha, tómese otro amargo. La tarde está linda para ensillar el mate. Le juro que cuando escucho nombrar a su tocaya me acuerdo de usted, que no quería ni que le “nuembren a ese bicho”.

Así lo recuerdo: ladino, ladrón, cínico, perdulario, entre sabandijas, guascas, perros, “un haragán, ratero y más chillón que un barraco”. Escupiendo los asados y en su desecha guarida con el tabernáculo debajo del brazo.

Ya la corto con el mate, Vizcacha. No sea que se esté enfriando y me pase como a su mujer que por esa causa usted la mató de un palazo.

Pero sabe, algo tengo que decirle: hoy usted es casi un arquetipo y sus consejos han sido bien aprendidos, porque tiene alumnos aventajados. ¡Y así estamos Vizcacha!!

 

JORGE CASTAÑEDA

 

ESCRITOR VALCHETA

 

 

DIBUJO CARLOS CASALLA

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