Historias que nunca ocurrieron, pero la gente las cuenta. ¿Submarino nazi en San Blas?

 

La Segunda Guerra Mundial ya había terminado y terminaba el invierno en el Hemisferio Sur. La vida en Bahía San Blas, localidad costera bonaerense, a 100 kilómetros de Carmen de Patagones, transcurría serena, bucólica y siempre igual.

Una parte de la población se volcaba esencialmente en las tareas de mantenimiento y servicio en el casco de la estancia de los Wassermann; otros se dedicaban a la pesca, que generaba abundante cosecha de cazones.

Ocurrió en una madrugada de septiembre y aseguran haberlo visto un par de pescadores, por la zona de la playa de arena, cerca de La Rebeca, el chalet de playa de los ricachones. En medio de la bruma y la fuerte rompiente, con mar de fondo, se divisó claramente la silueta de un submarino, que sobre los laterales de la torreta tenía pintadas cruces svásticas.

Dijeron aquellos involuntarios testigos que desde la nave se disparó una bengala que reforzó la incipiente claridad solar y era la señal esperada por un grupo de personas que, a bordo de dos camionetas, llegaron rápidamente a la costa, al mismo tiempo que un bote acercaba desde el submarino a tres hombres robustos, otro bajo y enclenque al que ayudaron a desembarcar y una mujer rubia, que se veía muy nerviosa.

También, en sucesivos viajes desde el sumergible a la playa, fueron descargados varios bolsos y un par de baúles, que junto con los pasajeros fueron conducidos a la casa principal del pueblo.

Una mucama le contó al panadero que los recién llegados sólo se comunicaban en su idioma con el dueño de la estancia, que permanecieron algunas semanas sin salir ni siquiera a los amplios jardines de la mansión y que al hombre mayor, que parecía enfermo, lo llamaban algo así como “meinfiure” y a la señora rubia le decían “fraueva”.

Se fueron de noche, en un par de autos negros que empalmaron en la estación de José B. Casás con el tren que se dirigía a San Carlos de Bariloche.

“Una de cinco historias. Ninguna es real, ninguna comprobable con documentos escritos o dichos verificables. Solamente relatos que aparecen en las charlas de sobremesa”.

 

Carlos Espinosa

Periodista – Viedma

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