Mientras el mundo se empieza a alejar de la energía nuclear y las principales empresas del sector padecen la crisis, el gobierno anunció la construcción de dos nuevas centrales nucleares: Atucha III, en Lima, Buenos Aires, y otra en Río Negro, de la que prácticamente no hay información oficial. En la Patagonia se despertó un fuerte movimiento opositor que, entre otras cosas, advirtió que podría poner en peligro las áreas protegidas y la vida marina del Golfo de San Matías, y espantar el turismo en Las Grutas, San Antonio Oeste y la Península de Valdés.
Hay algo que muchos sienten en la Patagonia. Poco a poco se está empezando a resucitar un espíritu antinuclear que tiene un antecedente histórico: ayer se cumplieron 21 años de la “marcha de Gastre”, de la que participaron miles y miles de personas, que cubrieron medios de todo el país y que fue la estocada final al proyecto que había nacido en los 80 para instalar en Chubut un basurero nuclear único en su especie. El epicentro de la resistencia hoy se mudó a Viedma. En la Catedral de la capital rionegrina ya se realizaron dos asambleas informativas y abiertas, convocadas por el párroco Luis García.
La idea de que la energía nuclear es barata y limpia está siendo cada vez más cuestionada.
Esa afirmación, que hasta hace no mucho tiempo era prácitcamente una verdad universal, ha sido acusada de ocultar los costos ambientales y económicos de los procesos previos y posteriores a la explotación de las centrales, cuya vida media es de entre 20 y 40 años, y en el mejor de los casos podría llegar a las seis décadas. “Está comprobado que la gestión de los residuos radioactivos es más costosa que la construcción de la central nuclear en sí misma. Para que se entienda: la vida media del plutonio supera los 24 mil años, a lo largo de los cuales va a haber que gestionar esos residuos”, explicó a Infobae Pablo Lada, referente del movimiento antinuclear de Chubut.
Al margen de esa discusión, el debate tiene otra arista menos explorada hasta el momento, que tiene que ver con el posible impacto ambiental que podría tener la central nuclear en la costa y las cálidas aguas del Golfo de San Matías, famoso por la riqueza marina y fundamental para la economía regional por el flujo turístico.
Mucho se especuló con la posible ubicación de la central. Y para sorpresa de muchos, las autoridades todavía no lo han aclarado. La última información que trascendió en los medios locales es que no estaría en Sierra Grande, como se dijo al principio, sino en un sector de la costa, cerca de Viedma, en algún punto entre los balnearios de Pozo Salado y La Lobería.
Si se confirma la ubicación, la central nuclear estará al Sur de la desembocadura del río Negro, una zona muy valorada por su biodiversidad, y del balneario El Cóndor, donde está la colonia de loros barranqueros más grande del mundo. En ese sector del Golfo de San Matías, a su vez, hay cinco áreas naturales protegidas: “Caleta de Los Loros”, “Bahía de San Antonio”, “Punta Bermeja – La Lobería”, “Complejo Islote Lobos” y “Puerto Lobos”.
Hay también zonas de interés turístico, comenzando por Las Grutas, la “Mar del Plata de la Patagonia”. Y la vida marina en el golfo, que incluye delfines, lobos marinos y la gran vedette de ese rincón del océano Atlántico, la ballena franca austral, cuya mayor concentración se da al otro lado de la Península de Valdés, en Chubut, pero que también se encuentra en San Matías.
No obstante, la Península de Valdés, declarada Patrimonio de la Humanidad, está a poco más de 100 kilómetros del lugar en el que se asentaría la central. Por eso en Puerto Pirámides, principal punto de partida para “visitar” a las ballenas, empezaron a sonar las voces disidentes. El propio intendente Javier Roldán adelantó que el proyecto no es compatible con una zona que incluye reservas de pingüinos y elefantes y lobos marinos. También temen por un potencial efecto sobre el agua, que consumen luego de desalinizar.
Por lo pronto, en la asamblea de vecinos de Viedma están juntando firmas y analizando la cuestión legal, ya que tanto en Viedma como en San Antonio hay ordenanzas antinucleares. Además, están estudiando la posibilidad de impulsar una consulta popular. Y convocaron a una marcha nacional para el 9 de agosto, fecha emblemática porque recuerda el lanzamiento de la segunda bomba atómica, que cayó en 1945 sobre la ciudad japonesa de Nagasaki.
“El problema que tenemos es que está todo muy en el aire y van tirando la información a cuentagotas en los medios; no tenemos precisiones concretas. Esta discusión se debería haber dado antes de que se firmen los convenios con China”, evaluó en declaraciones a Infobae uno de los miembros más activos de la asamblea, Andrés Di Leo.
Pero también hay una gran oposición en Chubut. El propio gobernador Mario Das Neves ya manifestó su rechazo a la megaminería y el desarrollo nuclear. Su par rionegrino, Alberto Weretilneck, le contestó que “no es conducente que una provincia se inmiscuya en temas que son de absoluta decisión de otra”.
Al respecto, Pablo Lada, del movimiento antinuclear, fue tajante. “Las causas ambientales no tienen fronteras geográficas ni políticas. Tampoco la contaminación”, sostuvo. Y cerró: “Una millonésima parte de un gramo de plutonio podría causar cáncer. Y con 10 kilos se podría matar la vida en la Patagonia. Nos sobra derecho a opinar”.
JUAN PARRILLA INFOBAE