El embrujo de la casa rosada de Valcheta, donde habitan las ánimas perdidas

 

Todos los pueblos conservan en su imaginario parte de sus tradiciones y de sus leyendas. Hechos ocurridos en el pasado que, incorporados a la memoria colectiva, van conformando nuestra identidad y cultura.

Valcheta tiene un venero de ricas tradiciones y de sucedidos –casi todos mágicos- que se van recreando en las viejas contadas, transmitiendo en forma oral relatos de un mundo legendario y sugerente.

El malogrado escritor peruano Manuel Scorza solía decir que “los hombres viajan del mito a la realidad” y los valcheteros estamos acostumbrados a nutrirnos de acontecimientos extraordinarios que dejaron en el tiempo una impronta de magia y de misterio.

En una época fundacional ya lejana, cuando el Padre Domingo Milanesio venía a misionar para traer el mensaje evangélico de la buena nueva a la incipiente población, los viajes se hacían en pesadas tropas de carros que traían desde la zona de Maquinchao y Quetrequile los acopios de frutos y pieles del país.

El paso por el arroyo Valcheta se realizaba en un vado conocido como “el Paso de Roa”, en recuerdo al primer comandante del Fortín Alsina que estaba en ese lugar emplazado.

En esa zona del arroyo se levantaba una de las primeras viviendas que también servía de posta y de posada para los viajeros que ahítos de cansancio y de trajinar caminos buscaban el descanso reparador de la misma.

Lo cierto es que hasta el día de hoy a “la casa rosada” se la asocia con hechos sobrenaturales y extraños y son muchos los testigos que de buena fe dicen que “está embrujada”.

Su actual propietario, Armando Fernández, así lo asevera y cuenta que ha escuchado de noche el ruido de caballos que llegan, aperos que se bajan, relinchos, pero al salir al exterior no hay nada más que el silencio bajo la noche estrellada. Son las “ánimas”, afirma con seguridad.

En un tiempo lejano esta casa fue propiedad de un viejo poblador llamado Benedé, un reconocido comerciante que hasta supo tener en ella una panadería y daba hospedaje a los ocasionales viajeros que pasaban por el lugar.

Se cuenta que cuando fue posta de las bravas, hubo una pelea entre troperos por cosas sin importancia y que finalizó con el trágico desenlace de un duelo mortal a cuchillo (esos que literalmente supo recrear la pluma de Jorge Luis Borges). Por eso, hoy unas viejas sepulturas vecinas a la casa traen al presente sucedidos que hielan la sangre de los más aplomados.

Algunos vecinos memoriosos cuentan que en un confuso episodio se dio muerte a unas religiosas que estaban avecinadas en el lugar y por eso, esas almas errantes buscan hasta el día de hoy el descanso para sus espíritus atormentados.

Otros mencionan que entre sus paredes falleció doña María, una nieta del cacique Sacamata, y se tejen varias conjeturas para explicar el misterio de la “casa rosada”.

Julián Asconapé, porta campero y artesano, solía narrar que una vez al cruzar con su caballo en una tarde de verano por el lugar, de pronto el animal se resistía a avanzar y en ese momento se cerró el cielo comenzando a nevar hasta que al hacer unos metros y pasar por la casa volvió a imperar el día caluroso y de sol.

Lo cierto es que a veces se escucha en la noche el sonido de trutruka con toda claridad, músicas extrañas, animales que corren, ruidos de aperos que se apoyan contra las paredes; pero mirar es en vano: afuera no hay nadie.

Por eso, aseguran que se debe propiciar algunos cigarrillos o esparcir bebidas para calmar la ansiedad de “las ánimas errantes de la casa rosada”.

Misterios, magia, en cercanías de Valcheta. Sucesos que muchos dan como ciertos.

Solo podemos agregar las palabras del poeta: “Es leyenda valchetera/ la de la casa rosada/ con el embrujo y el misterio/ que los años no rebajan. Son tradiciones del pueblo/ y de nuestra idiosincrasia/ o al decir de los mayores/ cosas que antes pasaban”.

JORGE CASTAÑEDA

ESCRITOR- VALCHETA

 

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