Es una de las historias que puede leerse en “Rescates en montaña. 90 años de la Comisión de Auxilio del Club Andino Bariloche”, libro de reciente aparición. Hasta fue posible desarmar al aeroplano y bajarlo, pero de su tripulante jamás se encontró rastro alguno.
Cuando ya contaba con 21 años de funcionamiento, la Comisión de Auxilio del Club Andino Bariloche tuvo que hacer frente a un curioso episodio. En el invierno de 1955 y en coincidencia con el desarrollo de competencias deportivas en el cerro Catedral, uno de los volcanes vecinos a la ciudad provocó una lluvia de cenizas desconcertante. El desconcierto dejó paso a la consternación cuando se supo que, durante su transcurso, un avión había caído en las montañas. Había tarea que hacer.
La reconstrucción del penoso acontecimiento puede leerse en “Rescates en montaña. 90 años de la Comisión de Auxilio del Club Andino Bariloche”, el libro que acaba de salir de imprenta. De lanzamiento institucional, la escritura corrió por cuenta de Toncek Arko, historiador de los deportes de montaña de esta ciudad. Los fondos que puedan reunirse se destinarán a proveer de equipamiento al cuerpo homenajeado.
Tal vez fuera aquel el episodio más enigmático de su trayectoria. El 13 de agosto de 1955 cayó sobre las montañas aledañas “una lluvia de cenizas proveniente del volcán chileno Linahue”. Además de alterar la actividad de los deportes invernales, “motivó la desaparición de un pequeño avión Stimson, cuadriplaza (sic), piloteado por Carlos Alberto Mulhal, del Aeroclub General Roca”, asevera la reconstrucción de Arko.
“Después de mucha búsqueda se determinó que el avión había caído sobre las montañas al sureste de los lagos Gutiérrez y Mascardi. Augusto Vallmitjana, a cargo de la CAX, citó a todos sus miembros para una reunión en el club el día 23, a las 21 horas. Los voluntarios escucharon los análisis del capitán Milán, jefe de la aeronáutica en Bariloche y del señor Rosso, secretario del Aeroclub Bariloche. Ambos solicitaron la ayuda de la CAX para buscar la aeronave en las montañas”. Ya habían pasado 10 días desde el accidente.
“El avión, según testimonios de pobladores y leñadores, fue visto por última vez en la zona del Gutiérrez, volando en dirección al lago Mascardi, el día 13 a las 14:20”, detalla el relato. “A partir de allí no había más datos y se supuso que se podría haber estrellado en algún faldeo del cerro Confluencia”. En consecuencia, “la primera patrulla, de 14 personas, partió el día 30 de agosto y la segunda, con 8 integrantes, al día siguiente”.
Las cosas no estaban a favor. “La marcha fue difícil pues había mucha nieve blanda y en la zona de lengas se hundían, aún con esquíes”, destaca la crónica del autor. “Participaron Augusto y Jorge Vallmitjana, Julio Fratini, Hugo Jung, Leopoldo Baratta, Pedro Strukelj, Birger Lantschner, Gregorio Ezquerra, Vojko Arko, Victorio Gelain, Emilio Hernández, Carlos Sonntag, Ernesto Forma, Víctor Funes, Aldo Mange y Víctor Enevoldsen”, enumera el texto.
Unos días antes, mientras esquiaba en el cerro Catedral, Hugo Jung había visto “un punto nuevo en el faldeo del cerro Meta, a unos 80 metros de la cumbre. Insinuó que podría ser el avión perdido porque no recordaba haber visto nunca una roca grande en ese lugar. No obstante, los datos técnicos de aviación descartaron esa posibilidad, que no fue investigada”, dice el racconto.
Por las dudas, “el 6 de septiembre, con un potente catalejo facilitado por los militares, Víctor Enevoldsen y Hugo Jung volvieron a observar el punto en el cerro Meta. El día fue despejado y sin viento. Les pareció ver un reflejo rojizo. Esto los entusiasmó y decidieron ir al lugar. Jung no pudo ser de la partida, pero sí Víctor, junto a Jorge y Aldo Mange. También concurrió Heriberto Wechler, desde su hostería La Ventana, junto a Roberto Thostrup”, afirma el rescate histórico.
Con el cometido inicial, “Víctor y los Mange subieron por la margen del arrojo Melgarejo, donde había una picada abierta por Manuel Ojeda Cancino, padre de Vicente y Armando, destacados socios del CAB. Después de la vegetación se calzaron los esquís y hacia las 10, divisaron el aeroplano que había capotado. El aparato estaba en muy buen estado; sólo tenía un plano revirado, la pala de la hélice rota y un abollón en la cola. Del piloto no había ningún rastro”, afirma el libro.
De forma previsible, “en Bariloche la noticia causó bastante revuelo y también en la ciudad de General Roca. La principal incógnita era dónde estaba el piloto”. Entonces, “Vallmitjana decidió convocar a la CAX y a la mañana siguiente partió otro grupo con esquís, para recorrer los faldeos de la montaña. También participaron cuatro patrulleros de Parques Nacionales que trabajaban en el cerro Catedral”.
De cara al trabajo que aguardaba “se subieron algunas palas para desenterrar el avión. Se buscó intensamente pero no hubo ningún indicio del piloto. Los socorristas constataron que salió con vida del avión y debió emprender el descenso por alguno de los cañadones que tiene la montaña. Descendieron en grupos dispersos para así tener mayores probabilidades de encontrar algún rastro, pero todo resultó vano”. Inclusive fue posible desarmar el avión para bajarlo, pero de Carlos Alberto Mulhal, nunca se supo más nada.
Texto: Adrián Moyano, publicado por el diario El Cordillerano
Foto: Toncek Arko