De vagos, linyeras, crotos y atorrantes

 

Vago, vocablo difundido en el siglo XVIII y proveniente del latín “vacuus”, designa en la acepción que nos interesa a la “persona sin oficio ni beneficio”. El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, más preciso define con este adjetivo  a la persona que “anda de una parte a otra sin detenerse en ningún lugar”.

En cambio “vagabundo, del latín “vagabundus”, define al que “holgazán u ocioso anda de un lugar a otro, sin tener domicilio determinado o sin oficio o beneficio”.

Por su parte, “linyera”, es un modismo utilizado en Argentina y el Uruguay, para designar “al vagabundo que anda por los campos y caminos y vive de la caridad pública y de raterías”.

La voz deriva de la “lingera”, bulto u atado en el que llevaban sus pocas pertenencias. Casi todos ellos –escribe Cascella en “La cuadrilla”- “eran “lingheras” que habían llegado hasta el kilómetro 900 caminando por las vías, con su fardo al hombro, o que habían descendido sigilosamente de algún vagón vacío de los trenes de carga, pidiéndole luego trabajo al capataz”.

Pablo Fermín Oreja en su ameno libro “Todo pasó y se fue…” dice sobre este singular personaje que “era casi siempre un pobre desocupado, abatido por la crisis, que alternativamente viajaba en forma clandestina en los trenes de carga o deambulaba a pie por las calles y caminos rurales”.

A la pluma de Fermín Oreja debemos también esta descripción que pinta de cuerpo entero a otra figura similar, pero con características diferenciadas: el “andarín”. “Era una figura extraña, que sugería imprecisos contornos filosóficos y cierto respeto, inspirado tal vez por su tesitura física. Era un personaje menos frecuente y merecía mayor atención, porque no expresaba una marginalidad económica o social como el linyera”. “Era el andarín generalmente ataviado con “breeches” y borceguíes, camisa o saco con apariencia militar, sombrero de alas anchas tipo “boy-scauts”, pequeña barba en punta y un bastón o caña en el que se apoyaba al caminar”. Al “andarín” se le ofrecía agua para beber y era escuchado con curiosidad. Solía hablar de temas diversos, de viajes y de países lejanos. Recuerdo que a veces dejaban algunas hojas impresas, a cambio de las cuales recibían algún dinero si sus interlocutores se lo ofrecían. Algunos volvían cumpliendo largas travesías y exhibían carpetas donde coleccionaban recortes periodísticos referidos a su paso por pueblos y ciudades”.

Con respecto al argentinismo popular “croto” (“…tipo específico de las urbes, que se conoce por los campos con el nombre de “linyera”…) según Ezequiel Martínez Estrada en “La cabeza de Goliat” y que se dice despectivamente de cualquier persona de baja condición. El Nuevo Diccionario Lunfardo de José Gobello cita la interpretación etimológica más difundida: “Alude al Doctor José Camilo Crotto, gobernador de la provincia de Buenos Aires entre los años 1917 y 1921, quién dictó una medida destinada a favorecer a los golondrinas, braceros o linyeras”.

Más incierto es el vocablo “atorrante”, argentinismo ya incorporado al Diccionario de la Real Academia Española.

Según José Gobello, Eduardo Gutiérrez creó la palabra “atorrante” “para designar a la persona que, apartada de la convivencia, se entregaba a la mendicidad y pernoctaba preferentemente en los caños de las obras de salubridad, antes que ellos fueran emplazados definitivamente”. Dichos caños de salubridad, ciertamente de manufactura extranjera, llevaban estampado el nombre de su fabricante, que era: A. Torrant, derivando así a quienes dormían en ellos la calidad de “atorrantes”.

Es así como los avatares de las políticas económicas han incidido en la etimología de las palabras y nada más apropiado de una perla que nos legara la lengua francesa: “Silueta, del francés Silhouette, a su vez del nombre Silhouette, personaje que se hizo popular en Francia como inspector del Tesoro durante el siglo XVIII, y del cual tomaron nombre muchas monedas de su tiempo. Es un dibujo que sigue los contornos de un objeto. Y debido a la bancarrota del Estado y la crisis económica generada se decía popularmente que “estamos en silueta”. Traspolando tiempo y distancia cabe la pregunta: ¿Igual que ahora?

Con respecto a la ideología de estos personajes Osvaldo Bayer citó que “Además de la FORA con sus ideas gremialistas, de solidaridad y de destrucción del capital, además de los cuadros filosóficos y oradores y conferenciantes anarquistas con su afán didáctico para las masas analfabetas y hundidas, hubo un personaje en el campo argentino que ayudo a las ideas de rebelión, de emancipación individual, de desprecio por los bienes materiales y que fue una especie de mensajero o lento chasque entre las poblaciones, entre las cuadrillas de trabajadores, entre las vías férreas: el linyera. Prototipo del anarquista individualista, el linyera lanzó su protesta pasiva contra la sociedad, dejó crecer sus cabellos y sus barbas y sin más bagaje que su atadito (la linyera) salió a recorrer los campos argentinos, a vivir con muy poco y a disfrutar y padecer en el contacto con la naturaleza. En su atadito llevaba un libro de versos, o alguna obra del príncipe Kropotkine o el desbordante Bakunin, y un número de La Protesta o La Antorcha que cambiaba en General Pico por Pampa Libre”.

La pluma de Juan Guijarro los inmortalizó en su poema “Linyera”: “Eres un trozo, linyera, / de suburbio en los caminos, / escupitajo de fábrica, / retazo de conventillo.  Triste retazo de urbe/ puesto en mitad de los campos, / que vas como un hijo/ con el dolor en los brazos.  Cuando te veo pasar/ se me asoma la tristeza, / si hasta las bestias parece/ que te miraran con pena.  Cuántas veces te he observado/ marchar por entre las vías/ viendo alejarse a los trenes/ cual lo hiciera tu alegría.  Linyera…resto de fábrica: / de la ciudad te expulsaron/ como a un animal leproso/ por no conseguir trabajo.  Como bestezuela triste, / arrastras por los caminos/ la enfermedad más terrible/ la de ser pobre entre ricos.  Nunca tuviste mujer, / ni un ranchito de madera; / cuando te deja la angustia/ duermes bajo las estrellas.  Hermano: al alma del hombre/ no pueden llegar tus quejas, / porque todos, ¡ay! Arrastran/ sus dolores y miserias.  Perdona, perdona, hermano, / si los hombres no te escuchan… / ¡Nuestra vida son estrofas/ que siempre nos quedan truncas!

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta (Río Negro)

 

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