Cuando un gobernador de Río Negro y su esposa casi se ahogan en La Boca

 

Pudo ser una tragedia, que hubiese marcado la historia regional patagónica. Un gobernador del entonces Territorio Nacional de Río Negro y su esposa casi mueren ahogados en las aguas del mar, en la playa del balneario de la Boca. El hecho ocurrió hace 105 años, el dos de febrero de 1919, y sirvió de inspiración a este cronista para escribir una breve ficción.

El relato se titula: “Dos jóvenes héroes en la playa de la Boca” y fue presentado en el reciente Concurso de Microrrelatos organizado por la Biblioteca Popular y Centro Cultural El Cóndor, en el marco de la Fiesta Nacional del Mar y del Acampante 2024. El jurado le otorgó “mención especial por la trayectoria del autor”, distinción que se agradece profundamente.

Este es el cuento

Una suave brisa del Norte acompaña y estimula a unos cincuenta y pico veraneantes que, en una tarde de verano de 1919, le ponen color y algarabía a la extensa playa del balneario de la Boca. Sus trajes de baño cumplen con la normativa que imponen el pudor y las buenas costumbres: todo está cubierto desde el cuello hasta un poco más arriba de las rodillas. Pero las sonrisas están destapadas.

Hay un grupo ruidoso y alegre, familia numerosa y modesta que disfruta de los juegos y del aire de mar: puro y gratificante.  Llegar hasta el balneario es un viaje cansador, pero la recompensa grande. Un poco más allá un matrimonio solitario se instaló con una sombrilla.

Hay charlas entre los familiares.  –Miren, allá van el gobernador y su esposa para meterse en el mar– ; –Es cierto, y lo hacen como dos vecinos comunes– ; –Me parece muy bien que ellos puedan disfrutar de nuestro paraíso– ; –Claro, porque así el Gobierno nos ayuda a mejorar el camino–

De pronto uno pega el grito: –¡Parece que la esposa del gobernador no puede hacer pie y las olas se la llevan mar adentro!– ; –¡Su marido se zambulló, para ayudarla!– ;–¡El mar empezó a subir y cambió el viento!– ; – ¡La mujer se está hundiendo!–

Unos segundos después. –¡El gobernador no la puede sujetar, y se la arrebatan las olas!– ; –¡El mar los está tragando!–.

En ese momento dos de los muchachos más jóvenes de la familia, César de 18 años y Torelo, de 16, salen a la carrera  hacia la orilla, porque comprenden que es el momento de dejar los comentarios y entrar en acción. Pasan todo el tiempo libre en la costa del río, son buenos nadadores.

Pero no les resulta fácil el rescate, porque la mujer está atacada por el pánico y el  hombre, que tragó mucha agua,  perdió sus fuerzas. Los espectadores se persignan, hay temor general y la tarde parece oscurecer.

Después de unos minutos en lucha contra el mar impetuoso, rescatados y rescatistas emergen sanos y salvos, y se recuestan exhaustos sobre la arena. El farmacéutico Jacinto Massini,  tío de los heroicos hermanos Bagli que acaban de salvar las vidas de la máxima autoridad y su esposa, comprueba que los signos vitales de los cuatro son normales, más allá de la comprensible impresión sufrida.

Carlos Evrat, gobernador interino del Territorio Nacional de Río Negro, no tiene palabras suficientes de gratitud; su esposa ofrece sus lágrimas como reconocimiento. El sol vuelve a brillar, por el final feliz de lo que pudo ser una tragedia. El padre de los jóvenes, Tomás Bagli, desborda de orgullo. Para los muchachos fue un ejercicio más, cumplieron con su deber de buenas personas.

El hecho inspirador del relato es real, ocurrió el 2 de febrero de 1919, y salió en el periódico La Nueva Era, una semana más tarde; dos meses después los hermanos Bagli recibieron medallas de oro y una conceptuosa nota oficial.

Torelo murió enfermo a los pocos años. César Bagli tuvo una famosa imprenta y librería, falleció en 1980.

 La crónica periodística inspiradora

El título anuncia “En la playa de la Boca” y la volanta advierte “La casi tragedia del domingo”. Lo que sigue es la crónica de exquisita redacción, publicada en el semanario La Nueva Era el 9 de febrero de 1919, una semana después del sucedido.

“El gobernador interino del territorio, señor Carlos Evrat y su señora esposa, han estado a punto de perecer ahogados el domingo último pasado, en la playa sud de la boca del río Negro. Se debe a la serenidad y el arrojo de los jóvenes Torelo y César Bagli que el accidente no haya tenido consecuencias fatales, como pudo haber sucedido. Cuenta un testigo de la escena lo siguiente.

Los esposos Evrat y algunas otras familias habían ido a la playa el domingo con el fin de tomarse un corto descanso y restar en algo las horas del día canicular; una vez en la playa y después de un petit lunch se organizaron excursiones por la costa, y algunos, atraídos por la delicia del agua salada, se lanzaron a ella.

El señor Evrat y su esposa bañábanse tranquilamente cuando esta sintió desaparecer la tierra bajo sus pies y su cuerpo se hundía en el abismo. El señor Evrat se apercibió y trató de nadar vigorosamente, para salvar a la señora; pero esta, aferrada fuertemente a sus ropas, impedíale todo movimiento, de manera que lo arrastraba consigo bajo el agua.

Siguió un instante de confusión espantosa: todos gritaban y se esforzaban en socorrer a los dos esposos, pero sin resultado alguno; de pronto acuden los dos hermanos Bagli y con presteza uno de ellos aferró a la señora y el otro se apoderó del señor Evrat, logrando arrancarlos a la muerte que ya los contaba como segura presa.

Los cuidados inmediatos que se les prodigaron, en pocos momentos, les hicieron recobrar el conocimiento, arrojando el abundante líquido bebido. Y el regreso, sino alegre como lo habrían imaginado por la mañana al ir hacia la playa, por lo menos no fue lúgubre como estuvo a punto de hacerlo la implacable parca.

La impresión dejada por tan ingrato suceso en el espíritu de la señora de Evrat ha sido terrible. Medida la enormidad del peligro corrido, a raíz de su salvamento, ha sufrido una grave conmoción, requiriendo como consecuencia unos días de retraimiento, para reponerse de la impresión sufrida. Actualmente la señora se encuentra ya bien, y en cuanto al señor Evrat, con su entereza y energía ha sabido sobreponerse y dominar su emoción desde el primer momento. Ambos han recibido de la sociedad viedmense en estos días afectuosas muestras de interés y congratulaciones por haber salvado de la muerte como por milagro”.

 Agradecimiento y respuesta

Es de imaginarse que el episodio fue motivo de generalizado comentario, por la alta investidura del caballero que estuvo a punto de fallecer junto a su esposa, y porque los jóvenes Bagli ya se destacaban entre las familias pioneras de la villa marítima, y entre el vecindario notable de Viedma, donde su padre Tomás Bagli tenía una acreditada librería e imprenta en la calle Buenos Ares 49.

Muy seguramente como bien expresa el dicho popular, “de otra cosa no se hablaba en aquellos días” hace 105 años.

Pasaron varias semanas y el 2 de abril de aquel mismo año de 1919 el gobernador Evrat envió sendas medallas de oro a sus oportunos y valientes salvavidas, con una conceptuosa nota dirigida a don Tomás Bagli. Nuevamente vamos a la letra original, cabal demostración del arte epistolar de entonces.

“Distinguido señor y amigo. Un acto de abnegación y de valor, con peligro de su propia vida, no puede tener compensaciones materiales, en nuestro sentir. Es por eso que hemos querido tributar un justo homenaje moral al arrojo y el desinterés de que se revelaron capaces sus hijos César y Torello, en el accidente del mar ocurrido el 2 de febrero último, el que pudo tener consecuencias fatales, a no mediar esa intervención noble y generosa.

No puede haber mayor ni más halagadora satisfacción para un padre que la ejemplar conducta de tales hijos, lo que es fruto indudable de la inclinación de sus sentimientos, modelados por la virtuosa educación del hogar.

Sírvanse aceptar nuestro más vivo reconocimiento, con la seguridad de nuestra estimación”.

Pocos días después, el 10 de abril, Tomás Bagli le responde al gobernador. Esta carta fue manuscrita y constituye otro documento valioso, sobre el estilo de las comunicaciones; además del profundo sentimiento que exhibe. La misiva, que se conserva en manos de Edgardo, hijo de César Bagli, dice así.

“He recibido con placer y conmoción al mismo tiempo su ofrecimiento inspirado por nobleza de corazón, juntamente con las valiosas y artísticas medallas con las que rindió homenaje a mis hijos César y Torelo. Placer por la idea de la salvación de tan preciosas existencias y también por haberme dado usted el honroso encargo de entregar a mis hijos el recuerdo y el estímulo a acciones buenas y generosas. Conmoción por el concepto que la insinuación de los sentimientos de que dieron prueba son mérito mayormente de mi llorada esposa. Mis hijos se unen a mí en darles las más expresivas gracias. Presente mis obsequios a su apreciada esposa. Hago votos para que la felicidad reine en su hogar y Dios le conserve por muchos años en bien de los suyos y en beneficio de la Patria”.

Vale acotar que cuando Bagli padre menciona a “mi llorada esposa” hace referencia al fallecimiento de su mujer, Rosa Massini, hermana del boticario Jacinto Massini, promotor de balneario por las propiedades curativas de los baños de mar, que había ocurrido pocos meses antes.

Las medallas de oro se perdieron (¿tal vez fue un hurto?) en la casa de don César Bagli, pero su hijo Edgardo conservó la documentación que certifica la hazaña.

Quizás exista relación entre el acto heroico de los jóvenes Bagli, y el enorme agradecimiento del gobernador Evrat, con el acto administrativo del mismo funcionario, cuando un año y medio más tarde, el 22 de junio de 1920, autorizó formalmente a Jacinto Massini  “para construir una casilla de baño, ocupando una extensión de terreno de 35 metros de fondo por 50 de frente, en la zona fiscal del océano Atlántico, entre el Faro y la desembocadura del río Negro”.

Lo cierto es que aquella resolución legitimó las acciones previas, como la instalación de las casillas entre enero y febrero de 1917, de Massini y aquel visionario grupo de pioneros de la villa marítima.  Esas son las mismas  casillas que, recuperadas de su emplazamiento original y perfectamente restauradas por personal municipal, se encuentran actualmente en cercanías de la Terminal de Micros del balneario. (APP)

Texto: Carlos Espinosa, periodista de Carmen de Patagones y Viedma, agencia de noticias APP

Título original de la nota: Pudo ser una tragedia, cuando un gobernador y su esposa casi se ahogan en la Boca

 

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