La triste leyenda de la mutisia. Recuerda a dos amantes trágicos

 

El Doctor Gregorio Álvarez rescató en su libro “El tronco de oro” una hermosa pero triste leyenda que recuerda el final trágico de dos jóvenes amantes.

Aclara que por no “haber escuchado el augurio anunciado por tres gritos alarmantes emitidos por el pun triuque o “chimango de la noche” es el motivo de viso mágico que origen a la leyenda aborigen sobre la flor mutisia, llamada quiñilhue por los mapuches”.

Y cita la versión recogida de labios de Alfredo Namuncurá por la investigadora señora Berta de Koessier, de San Martín de los Andes.

Duerme la grey en lo profundo de la noche. La “machi” o hechicera de la tribu vela. Cuida la sangre sagrada del animal sacrificado, junto al rehué o ara, en la rogativa del nguillatún”.

“De pronto el silencio se interrumpe por el graznido del pun triuque que lanza su grito de alerta. La machi sabe que este grito es signo de mal presagio para aquellos que traman algo malo entre las sombras. Se estremece y sobresalta. Sin embargo, nada decide por de pronto. Espera. Mientras sus ojos se esfuerzan en un intento de traspasar las tinieblas, oye un ruido sospechoso. Es la hija querida del cacique que se escapa furtivamente con un joven que es nada menos que el hijo del cacique de la tribu enemiga, con la que poco antes la suya había combatido a muerte, sin apagarse el rencor. Fue éste el peligroso suceso anunciado por el pájaro agorero”.

“La machi entiende que esa fuga, a pesar del lúgubre vaticinio del ave, merece un condigno castigo, pero resuelve exponer primeramente el caso al “Pillán”, o deidad de su devoción. En su invocación le pregunta: -¿Debo o no dar parte del rapto al padre de la niña? Como el Pillán le respondiera que sí, la machi acude al toldo del cacique y le relata la fuga de su hija. ¡Nunca lo hubiera hecho!… ¡Por segunda vez se oye la voz alarmante del pun triuque!”.

Furibundo, el cacique, ordena la búsqueda y captura de los prófugos. Estos muy pronto son apresados y traídos a presencia del cacique y la tribu. Inmediatamente son juzgados y condenados. De nada les vale alegar que ambos se habían dejado llevar por un impulso irresistible y que deseaban casarse a la usanza de la tribu. Es inútil. No participar del odio y del rencor que ésta mantiene con la enemiga es un grave delito que exige un ejemplar castigo. Se dispone quitarles la vida. Ante esta sentencia que no admite apelación, el pun triuque grita por tercera vez pero en forma tan aflictiva y doliente, que parece una humana imploración.

Sin embargo, nadie repara en el fatídico anuncio”. “Los jóvenes son maniatados y expuestos desnudos a la befa y vituperio de la turba que con lanzas y machetes les infligen la más horrible de las muertes. Sus hermosos cuerpos, dignos de las alabanzas de los dioses, son reducidos a piltrafas sangrantes que se dispersan para alimento de los perros, pues ni sepultura se les concede”.

“A la mañana siguiente, los ejecutores de tan bárbaro crimen se asombraron ante un hecho extraordinario. En el lugar del suplicio y ejecución de los jóvenes amantes, habían nacido flores de plantas nunca vistas hasta entonces. Eran junas hermosas flores circulares, parecidas a margaritas, pero de largos pétalos carnosos de color rojo, que expandían su tersura hacia el sol al que parecían reclamarle un rayo de ternura. “¡Quiñilhue! ¡Quiñilhue!…”, exclamaron aterrorizados los primeros que las vieron y Quiñilhue les quedó como nombre”.

“Las flores producidas por una enredadera que se abraza a los árboles y arbustos, tal cual se abrazara la infortunada pareja cuando el cacique la expuso al escarnio de la tribu”.

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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