Calfucurá, estratega genial, que pudo haber contado con la ayuda de espíritus malignos

 

Entre la abundante bibliografía sobre el mítico cacique no faltan las versiones de influencias de elementos o personajes fantásticos, que le otorgan un ingrediente paranormal de quienes se han ocupado de estas posibilidades que le atribuyen haber dispuesto de poderes excepcionales. Las leyendas, en ese sentido, le atribuían entre otras cosas contar con dos corazones y que ello le posibilitaba disponer de facultades, fuerzas y energías superiores, algo obviamente muy difícil de probar.

Otros sostienen que también contaba con la ayuda en sus batallas de lo que identificaban como “un jinete fantasma”, que lo acompañaba, asistía y prestaba colaboración en sus andanzas, algo también improbable de afirmar, aunque quienes han sostenido esa posibilidad aseguran que se trataba de una especie de espíritu protector.

No falta quienes sostienen por otra parte que Calfucurá, siendo un niño aún, recibió de un espíritu maligno una piedra,  que podría ser un meteorito de color azul y que coincidentemente el objeto que mencionan es su propio nombre, “piedra azul”, y que lo convirtió entonces en invencible y con poderes necesarios para superar circunstancias de distinto tipo, especialmente aquellas surgidas en batallas o combates, como así también la sabiduría para negociar y acordar pactos con sus rivales o enemigos.

A todo esto y según afirman historiadores, Calfucurá habría nacido en Llaima en el NguluMapu, Chile, aunque otras versiones lo dan como nacido entre Pitrufquen y el lago Colicó, también territorio chileno. De acuerdo a las diferencias que existía entre los araucanos, sería Moluche, posiblemente “huiliche” o “pehuenche”.

De acuerdo a las mismas fuentes, habría llegado a la Argentina en 1830 ante el llamado de sus pares “borogas”, quienes habían incumplido acuerdos celebrados con la Provincia de Buenos Aires gobernada por Juan Manuel de Rosas de quien recibían permanentes reclamos.

Siempre a estar por las mismas fuentes, los caciques que pidieron protección a Calfucurá fueron Rondeao, Melin, Cañuquir y Cañuillan, pero de acuerdo a lo que se supo, cuando Calfucurá llegó dispuesto a operar con malones en la provincia de Buenos Aires, los caciques le indicaron que había acordado con Rosas y le solicitaron entonces que no interviniera.

Esto le hizo poca gracia a Calfucurá, al punto que invadido de sed de venganza, mas aún al enterarse que habían matado a su amigo el cacique Toriano. Organizó su ofensiva contra Rondeao y Melín a quienes asesinó en sus toldos de Masallé.

A partir de allí Calfucurá informó a los demás caciques “borogas” que por voluntad del dios “Guenechen”, él se erigía en jefe supremo de las Salinas Grandes o cacique general de la Pampa, lo que demuestra que no había unidad entre esta etnias, sino una paz armada que era bastante frágil y se quebraba ante cualquier actitud que sospechara desconfianza y se dirimía en constantes guerras entre las tribus.

Dejando de lado la belicosidad y criminalidad de aquella época, no les parece que en cuanto a componendas, acuerdos, desacuerdos, cambios de actitudes,  posición y traiciones, las conductas no han cambiado demasiado o son bastantes similares.

Retornando al 1835, podemos destacar que la venganza contra los “borogas”  le posibilitó a  Rosas  alentar a estos a unirse contra  Calfucurá para lo que sumaron además el apoyo de tropas de la Fortaleza Protectora Argentina, con lo que lograron la huida del jefe mapuche por lo que se conocía como el camino de Chalileo.

Calfucurá, a pesar del traspié, no se amilanó y formó una Confederación, según se asegura en acuerdo con Estanislao Zeballos, aunque no todo los historiadores están de acuerdo.

Se cuenta que entre sus acciones, en 1837 al frente de más de un millar de lanzas mató al cacique “Boroga, Raileff” y unos 500 de su tribu en un lugar identificado como Quentuco próximo al río Colorado, cuando éste retornaba de haber realizado malones en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe intentando llegar a tierra araucana con 100.000 cabezas de ganado.

A partir de entonces, Calfucura ejerció sus dominios en la provincia de Buenos Aires, San Luis, parte de Mendoza, Neuquén, Rio Negro y La Pampa, por lo que se lo conocía como el Emperador de las Pampas, ya que controlaba las Salinas Grandes y como punto estratégico las “rastrilladas” que significaban las rutas comerciales mapuches, que les permitía dominar la sal que era fundamental para conservar la carne.

Rosas recién pudo consolidar su relación con Calfucurá en 1841, cuando este reconoció que no podría imponerse a las fuerzas “huincas”, tras haber sido uno de los más duros enemigos, al igual que lo fueron otros caciques ranqueles, Yanquetruz y Paine, como los de origen pehuenches y huiliches.

Ante esta situación y para ganarse aún más la voluntad de Calfucurá, Rosas le concedió el rango de coronel del Ejército de la Confederación Argentina, consolidando una alianza como las que ya existían con “borogas”, “tehuelches” y “huiliches”.

Mediante pactos y acuerdos  estos recibirían al año 1500 yeguas, 500 vacas, ropa y bebidas y otros productos como yerba, azúcar y tabaco lo que los caciques debían repartir entre su tribu.

Tras afirmar el pacto con Buenos Aires, Calfucurá se alió con los ranqueles, los manzaneros, tehuelches y otras tribus integrantes de la Auracanía, entre ellos con los que controlaban los pasos a Chile, lo que le permitió durante años enfrentar a los ejércitos chilenos y argentinos, al igual que a tribus rivales.

A pesar de su poderío y alianzas sin embargo, no le fue tan bien en el apoyo que le dio a Rosas en la batalla de Caseros, donde cayó derrotado por Urquiza.  Luego de ese fracaso, arremetió contra  Bahía Blanca con alrededor de 5.000 guerreros y de allí se llevó 65.000 cabezas de ganado.

Este acontecimiento marcó el inicio de la pacificación que se había logrado con las tribus de distintos orígenes, por lo que retornó entonces la guerra de los malones, al tiempo que Calfucurá intentó negociar ahora con Urquiza, demostrando aun su poderío arrasando Azul con 5.000 hombres, ocasionando la muerte de 300 personas, llevándose más de 100 cautivas y no menos de 60.000 cabezas de ganado.

Fue entonces Bartolomé Mitre, quien ordenó su persecución, aunque no pudo vencerlo y por el contrario sufrió una derrota en la conocida batalla de Sierra Chica, cercana a Olavarría y ser reconocido desde entonces como el Napoleón del desierto.

En setiembre de 1855, Calfucurá continuaba con su beligerancia al máximo y venció y mató en un enfrentamiento al comandante Nicanor Otamendi junto con más de 100 soldados en San Antonio de Iraola.

Mitre mandó entonces un Ejército con 3.000 soldados y piezas de artillería al mando del general Manuel Hornos, el que también fue derrotado en cercanías de Tapalqué. Tras ello Calfucurá avanzó en su ofensiva sobre numerosos pueblos.

De acuerdo a lo que señalan los historiadores, comprendió a Azul, Tandil, Junín, Melincu, Olavarría, Alvear, Bragado y Bahía Blanca, entre otros, lo que ocasionó una fuerte preocupación y la necesidad de buscar una solución definitiva al problema.

En 1856 Calfucurá contaba, según afirman varios historiadores, con alrededor de 6.000 guerreros a los que se sumaban 1.500 ranqueles, 2.000 pampas, más de 1800 chilenos araucanos, cerca de 1.000 pehuenches y el apoyo de los manzaneros de Sayhueque, aunque éste no participaba de los malones.

Es necesario evaluar la infraestructura y organización alcanzada por Calfucurá, que le posibilitaban  moverse con miles de hombres y lograr cumplir con sus propósitos de saqueo y muerte.  Con sus tácticas y organización continuó con los malones y en junio de 1870 atacó Tres Arroyos y seguidamente Bahía Blanca, dejando como saldo, cientos de muertos, el robo de numerosas cautivas y 80.000 cabezas de ganado

A pesar que las acciones que seguía llevando a cabo  resultaban exitosas, no advirtió que su suerte estaba echada, cuando Sarmiento ordenó ir por Calfucurá, pero en las primeras acciones saqueó 25 de Mayo, Alvear y Nueve de julio con 8.000 lanzas.

En esas andanzas, asesinó 300 vecinos, se alzó con 500 cautivas y se llevó entre 150.000 a 200.000 cabezas de ganado, pero en 1872 en la batalla de San Carlos de Bolívar el general Rivas comandaba las tropas y con el apoyo de un numeroso grupo de guerreros del cacique Catriel, tuvo desarrollo el feroz combate que ha merecido un pormenorizado análisis de especialistas, incluso hasta composiciones musicales y poéticas,  que han interpretado calificados interpretes de nuestra música nativa.

Calfucuró murió  en junio de 1873 y lo sucedió su hijo Manuel  lo que generó un conflicto familiar del que se vieron involucrados otros descendientes como José Millaquecura, Bernardo, Álvaro y varios parientes que tomaron partido por uno o por otro de los aspirantes a heredar el reinado.

Texto: Eduardo Reyes, periodista y escritor de Viedma

04-01-2022.

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