Entre gallos y esculapios “¿Qué decir de la hinchada de River? Y no me hago el gallito de Boca”

 

Quiero escribir una nota sobre los gallos. Para inspirarme pongo un compacto donde la voz siempre vigente del Morocho del Abasto canta el viejo estilo “Pobre gallo bataraz” de José Ricardo y Adolfo Herschel. Al alcance de mi mano, sobre la mesa de trabajo, los libros de Aniceto el Gallo y Anastasio el Pollo, sinónimos de Hilario Ascasubi y Estanislao del Campo respectivamente, me ambientan gratamente.

Entre los más famosos mi favorito es “El gallo Claudio”, caricatura creada por el ingenio de Robert McKimson y Warren Foster, que protagonizó 28 dibujos animados, con el cual me identifico y me divierte mucho.

Me complace escuchar la hermosa zamba de Edgar Di Fulvio en letra y música “Gallo calavera” y meditar en sus versos: “Te adivino en la noche cantor/ cuando el eco comienza a crecer/ y tu canto se mira en la estrella/ gallo calavera del amanecer.  Sin guitarra y sin copla te vas/ hasta el vino del sol a beber/ Juan Moreira de los picaderos/ tu vincha de fuego se quiere encender.  Mi guitarra te halló en serenata/ tu espuela de plata brillaba sin sol/ y en el rojo que vi en tu pupila/ quemabas le herida de tu corazón.  En el hondo misterio te vi/ rama arriba del canto otra vez/ como el alma de algún guitarrero/ que puesto en el tiempo no pudo volver.  Siempre tuya la noche creció/ reñidero sin poncho ni ley/ y el silencio te riñe en las venas/ gallo calavera del amanecer”.

¿Y de “Un gallo para Esculapio” que me cuenta? Según la enjundia de Luis Melnik “El gallo estaba dedicado a Apolo porque anuncia la aurora. También a Mercurio porque convoca a la gente al negocio con su cacareo y a Esculapio, legendario médico griego dios de la medicina por su sentencia: “Temprano a la cama, temprano al levantarse y el hombre será saludable y capaz”. A mediados del siglo IV, el Papa de entonces, ordenó que se colocara en la punta de cada iglesia la figura de un gallo, en forma de veleta, como emblema de San Pedro. El simbolismo aludía a las tres veces que Pedro negara a Cristo antes que gallo cantara por segunda vez. Al segundo canto del gallo, la advertencia de Jesús cruzó la memoria de Pedro, el Apóstol se arrepintió y lloro amargamente”.

“Por eso y por su constante movimiento al ser empujado por el viento, se llamó veleta en muchos idiomas a quienes cambian de opinión repetidas veces”.

“Para los musulmanes, el Profeta encontró en el Primer Cielo un gallo tan grande que su cresta tocaba el Segundo Cielo. Cuando este gallo dejase de cantar habría llegado el juicio final”.

Acudiendo al refranero me viene a la memoria el siguiente: “A los veinte de edad valiente, a los treinta casado y a los cuarenta rico; si este refrán no se cumple, este gallo clavó el pico”. Y también otro si el sayo me cabe: “A pesar de ser tan pollo, tengo más plumas que un gallo”. O verdad de Perogrullo; “Cuando el gallo canta, le gente se levanta” o más truculento: “Al gallo que canta, le aprietan la garganta”. ¿Podrá ser que “en casa de Gonzalo, manda más la gallina que el gallo”? Seguramente está la solución: “Cuando la gallina se mete a gallo, enseguida remediarlo”. “Desgraciado el gallinero donde la gallina canta y el gallo cacarea”, ¡Qué horror!  ¿Será cierto que “más claro canta un gallo”?  Según se dice que algunos “oyen cantar al gallo y no saben adónde”. “Sin un buen consejo tomara, otro gallo cantaría”. Y basta ya de refranes porque “Pluma a pluma se queda el gallo sin ninguna”. O mejor dicho: “Listo el pollo y pelada la gallina”.

Y si de gallinas hablamos ¿qué podemos decir de la hinchada de River Plate? Y eso que no hago el gallito por ser de Boca.

Y hablando de gallinas otra vez Luis Melnik nos ilustra con su enjundia sobre la “Gallina de los huevos de oro”. “Muy antigua historia que en otros idiomas refiere a una gansa, Relata el episodio de la vida de un granjero que un buen día se encuentra con la sorprendente novedad que su gallina o gansa pone huevos de oro sólido puro. Después de acumularlos por un tiempo, la curiosidad lo carcome y decide ir a la “fuente de producción”, despanzurrando al fiel animal que lo estaba haciendo rico. Al utilizar el cuchillo encontró horrorizado que, por dentro, era simplemente un animal común. La avaricia le había jugado una mala pasada. Ahora ya no tendría ni los huevos ni el manantial que los producía”.

Y para terminar con los asuntos gallináceos se me ocurre una vieja frase a la cual el ingenio del lector tendrá que colocar las comas en su justo lugar: “Mañana matate un pollo para comerlo esta noche”.

 

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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