Historias que nunca ocurrieron, pero la gente las cuenta. ¿Una ballena en el río Negro?

 

Esta historia tiene autor responsable. Una calurosa mañana de sábado, a fines de diciembre, un conductor radial anunció un insólito descubrimiento.

En la costanera del río Negro, en cercanías del Centro Municipal de Cultura de Viedma, la bajante había dejado varada una enorme ballena franca austral, de esas que habitualmente hacen las delicias de los turistas en Península Valdés.

El referido radionauta no sólo anoticiaba a su audiencia sobre el caso singular, sino que ensayaba alguna posible explicación, como que el gigantesco cetáceo habría estado siguiendo un cardumen aguas arriba, desde la desembocadura del río en el mar, sino que también pedía la urgente presencia de voluntarios que concurriesen al sitio para arrojarle agua al animal y evitar su deshidratación, hasta que pudiera flotar nuevamente y volver a nadar.

El relato radial se produjo a hora temprana y a pesar de la jornada no laborable una importante cantidad de personas concurrió al lugar; algunos testigos aseguran que llegaron varias familias enteras y los más chicos llevaban baldes; tampoco faltaban los aficionados a la fotografía con sus cámaras en ristre.

Pero al llegar al sitio y a poco de desplazarse entre sauces y juncales no lograban ver la ballena, con lo cual tras el primer desaliento alguien –posiblemente el más perspicaz- exclamó: “¡hoy es 28 de diciembre, día los santos inocentes!”.

El efecto de la broma se disipó rápidamente y al caer la tarde el tema apenas era un murmullo en los bares de la calle Buenos Aires. Pero eran algo más de las 8 del largo crepúsculo vespertino cuando un lanchero que realizaba el monótono cruce de pasajeros entre las dos orillas divisó, a estribor y hacia la proa, a unos 5 metros de distancia, el inconfundible chorro de agua que expulsan las ballenas al expeler aire y enseguida pudo ver, a pesar de la escasa luminosidad, el lomo verrugoso del mamífero marino.

El timonel buscó la mirada de sus pasajeros para comprobar si alguien más había visto la misma inesperada aparición, pero la mínima nave sólo estaba ocupada por una pareja de novios que, ajena todo cuanto los rodeaba, se prodigaban un apasionado beso. El animal no volvió a verse.

Carlos Espinosa

Periodista – Viedma

“Una de cinco historias. Ninguna de real, ninguna comprobable con documentos escritos o dichos verificables. Solamente relatos que aparecen en las charlas de sobremesa”.

 

 

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