Una talla del maestro Rodolfo Astrada tiene historia increíble, fantástica, misteriosa…

Mi amigo, el maestro artesano Rodolfo Astrada, es un talentoso artista de la madera. Muchas de sus tallas están en diferentes países del mundo y otras en manos de destacadas personalidades. Por ejemplo, Horacio Guarany, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y tantos otros.

En cualquier rama o tronco encontrado en las riberas del arroyo Rodolfo ve piezas que luego saldrán convertidas en hermosas tallas. Para nuestros ojos profanos solamente es una madera o leño útil para la salamandra o la cocina económica.

Ha participado en numerosas exposiciones y obtenido diplomas y reconocimientos por su obra plástica.

Hoy ya pasados sus noventa años sigue avecinado en su casa de Valcheta. En el taller céntrico ubicado en la calle Remedios de Escalada se puede observar una gran cantidad de sus creaciones, entre ellas el famoso “Nunca Más”, hermosa pieza que contiene más de cien tallas pequeñas.

Con respecto a la talla que ilustra esta nota, tiene una historia muy particular que parece sacada de algunas páginas de la literatura fantástica. Pero la anécdota es cierta.

En una oportunidad, con mi familia viajamos a Puerto Madryn para pasar algunos días de veraneo. Mis hijos eran pequeños.

Al regresar, en el empalme de las rutas 3 y la 23, lo veo a mi amigo Astrada que me mira muy sorprendido como si no viera lo que estaba viendo: mi camioneta.

 Por supuesto que nosotros también nos sorprendimos al verlo parado allí haciendo dedo para regresar a Valcheta.

 Cuando le hacemos lugar y sube a la cabina me da esa hermosa y pequeña talla donde decía “Gracias, Jorge”. Nosotros cada vez entendíamos menos lo que estaba pasando.

Resulta que el maestro, creyendo que estábamos en Valcheta, con otra persona que venía por la 23 me mandó avisar que lo fuera a buscar al cruce. (En ese tiempo los colectivos sólo pasaban tres veces a la semana).

Mientras me espera levantó una madera del suelo y con su cortaplumas empezó a darle forma (es maravillosa y tiene mucha fuerza) y le puso esas palabras como una señal de agradecimiento.

Lo que no se esperaba Rodolfo es que en vez de aparecer desde Valcheta, veníamos desde el Sur por la 3. Por eso su gran sorpresa.

 Yo pregunto ¿transmisión de pensamiento? ¿Coincidencia? No tenemos las respuestas.

Hoy la pequeña talla del maestro Rodolfo Astrada está adornando una de las paredes de mi escritorio. Y como todas tiene su historia. Y la suya es esta que conté. “Cosas veredes Sancho, que no crederes” supo decir el Quijote de la mancha.

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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