¿Quién se acuerda del farol de noche? Petromax y Sol de Noche. “Dormí a la luz de uno”

“Cirio, candil/ farol y luciérnaga.  La constelación/ de la saeta. Ventanitas de oro tiemblan / y en la aurora se mecen/ cruces superpuestas.  Cirio, candil, / farol y luciérnaga”. (Federico García Lorca).

Solamente quienes han vivido y aún viven en las zonas rurales o en pueblos donde la luz se cortaba a las doce de la noche saben la importancia de esos viejos faroles de noche. De diferentes marcas comerciales son siempre recordados los “Sol de Noche” o “Petromax”.

Jorge Oscar Balbuena cita en su interesante libro “Vivir en el monte” las características de estos serviciales faroles: “Los “Petromax”, criollismo derivado de una marca de faroles a querosén, funcionaban básicamente como los modernos faroles “a garrafa” de gas. Generalmente se usaban colgando del techo de un gancho especialmente colocado en la parte céntrica del ambiente a alumbrar. Para aprovechar mejor su iluminación tenían en su parte superior una pantalla circular a modo de sombrero que impedía que la luz “escapara” hacia arriba.

A medida que iba consumiendo el combustible de su depósito, era necesario darle más bomba lo que significaba inyectarle más aire a presión para que volviera a alumbrar correctamente. También de vez en cuando alguien debía darle vueltas a una pequeña manivela para “destapar el pico”, donde alguna basurita estaba impidiendo el paso del querosén. Estos nobles faroles han sido desplazados actualmente, donde aún no llega la “luz”, por los que usan gas licuado como combustible, mucho más limpios, de rápido encendido y fácil mantenimiento”.

“Todavía cantan los grillos/ trovadores del campo/ tristes y dulces/ señales de la noche pasada/ y las mariposas oscuras/ muertas junto a los faroles”. (José María Eguren).

Más atrás en los ranchos del campo argentino todavía estaban los recordados “candiles de guampa” glosados en la letra de una canción por Argentino Luna. Y después, las lámparas a querosén con su mecha.

“El día se ha muerto –dice Ricardo Güiraldes-. Cerca, todo lo que cae bajo la luz borrosa de los faroles, por trechos, agujeros de obscuridad, pedazos de desconocido, donde la imaginación puede crearlo todo”.

Más modernos, todavía tengo alguno, estaban los candiles. Mi padre con otros amigos lo usaban en el campo para cazar perdices. Hoy son piezas de adorno, pero todavía he visto que en algunos negocios se venden.

“La luna les va tejiendo corazones/ y el tiempo les va tejiendo resultados. / Si les falta un candil, siempre arde alguna vela.  / Si les falta la voz, el viento los disfraza/ y le basta un perfil para ubicarse, / mientras llega su noche sin relieves”. Roberto Juarroz.

Yo recuerdo estas cosas que ya están teñidas por la magia de la nostalgia y que hoy son piezas de algún Museo y de alguna vieja pulpería para ilustrar a los turistas.

En Valcheta, como la luz eléctrica se cortaba a las doce de la noche como en muchos pueblos, ya hacia el crepúsculo había que iniciar el rito de encender el farol a kerosene y una lámpara para colocar en el pasillo. Y nos parecía lo más natural y cuántas veces nacían las canciones con el acorde de las guitarras a la amarillenta luz de estos adminículos.

El negro Celedonio Flores los menciona: “Se cruzó un gran rencor y otro rencor a la luz de un farolito a querosén y un puñal que parte en dos un  corazón así lo quiso aquella cruel mujer”.

Y para finalizar esta breve nota unos versos del “Pampa” José Larralde: “Me alumbraba pura estrella y no precisé farol, tenía más luz en el alma que diez mil años de sol”.

Y bueno, para cerrar la nota me digo: “Adelante con los faroles”.

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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