Pozo Moro, Saco Viejo. Personajes pioneros de San Antonio, Viedma y Patagones

 

Los primeros habitantes del lugar, allá por fin de los años 1700, fueron los tehuelches. Cuando abandonaron el lugar dejaron los pozos de agua dulce, vitales para su supervivencia. Un siglo más tarde, en el año 1890, era conocido este histórico lugar como “La Posta”, parada de carretas y carros, precisamente, porque entre los médanos, habían encontrado los pozos con agua dulce, en especial uno, que la tenía en abundancia. De él se abastecían para consumo propio y para dar de beber a los animales. Lo llamaron el “Pozo Moro”.

 

“Los carros –narra la historiadora Josefina Gandulfo Arce de Ballor- procedentes de Viedma o Carmen de Patagones, hacían la travesía transportando los artículos de primera necesidad; a su regreso, cargaban cueros, lanas y frutos del país de la barraca de Peirano Hnos.

 

Es así que “en el año 1895 llegó a instalarse al Pozo Moro, por barco, Bruno Peirano que traía una tropa de ocho carros y comandada por don Ángel Sarmiento. Puso barraca y comercio de Ramos Generales. Existía entonces un puerto natural donde atracaban barcos de 700 y 1.000 toneladas”.

 

“El movimiento de tropas y bueyes eran vida, movimiento y esperanza. Hubo la necesidad de una herrería, en servicio permanente, siendo su primer pionero José Gerol y así comenzó a poblarse la región”.

 

Recuerda doña Josefina que el “Columbia”, que traía víveres y todos los materiales para la construcción, entraba bien adentro”.

 

“Don Isidro Álvarez venía del Salado con Matías López, conocido como “el marucho” y ambos fueron arreadores de mulas. Así se pusieron en sociedad para comprar una carreta, acercando distancias, se venían de Conesa al Pozo Moro, con fardos de pasto y comestibles y se venía con cueros y lanas de la barraca de Peirano”.

 

“Adrito Regiani, sabía vender por las poblaciones de Río Negro, llegaba a San Antonio Este. Un día Bruno Peirano lo animó para que dejara ese trabajo ambulante y se viviera a trabajar con una fonda para la gente tropera. Después que lo pensó el hombre, se llegó solo a construir la vivienda y en 1901 se trajo a su familia de Viedma; ¡y a preparar comida! Y como este caso se establecen como 20 familias”.

 

Finaliza su emotivo relato doña Josefina de Ballor reflexionando que “las regiones, que al decir de los que salieron a buscar riquezas y aprovechamientos para sí, eran cuencas desiertas, áridas, inhabitables, fueron para sus primeros pobladores: bienandanza, productividad, amor y paz. La patriada de haber todo lo mejor de sí mismos, soportando con fe y fuerza moral, amalgamando sus vidas para alcanzar el progreso les fue compensando con felicidad, trabajo y medios de evolución. Amaban el lugar y lo acariciaban en toda su agreste dimensión”.

 

“Contemplaban la posición tan singular y todos coincidían. La Punta Villarino, saliente y a su alrededor el mar, dividido por dos entradas de agua; tan abiertas que parecían dos mangas. ¡Parece un saco, decían con cariño, pero muy gastado, como un saco viejo!. Lo fueron repitiendo, con emoción, con orgullo, hasta hacerse sustancia de amor, tierra, y mar: El Saco Viejo de San Antonio Este, imperecedero como su pasado humano y eterno como el tiempo”.

 

De esos pioneros venimos y debemos ser respetuosos herederos de su legado de trabajo, de esfuerzos y en especial de su visión de progreso y de amor a esta tierra que es la nuestra.

 

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta  

 

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