¿Casa construida en Patagones en el año 1900 fue sede de una logia masónica?

 A fines del siglo XIX y principios del XX, Carmen de Patagones y Viedma fueron escenario de fragosos debates y conflictos que tuvieron en los masones a uno de sus principales protagonistas. Recorriendo Las calles y hojeando periódicos de la época se pueden encontrar sólidos testimonios del accionar de la Logia “Torcuato Tasso”.

Durante el siglo XIX, la actividad de las logias masónicas, tanto en América como en Europa, se orientó a la consolidación de los Estados nacionales. En la prosecución de tal cometido encontraron en los regímenes monárquicos y en la Iglesia Católica a sus adversarios fundamentales.

No se trataba de un cuestionamiento al dogma católico, sino al rol social y político de la institución.

En nuestro país, como en toda la América hispana, los masones desplegaron a título personal o aglutinados en logias, una intensa acción para obtener la emancipación de la metrópolis. San Martín, Alvear y prácticamente todos los dirigentes políticos y jefes militares revistaron en esta línea de acción, dependiendo del Rito Escocés.

Lograda la Independencia, y especialmente luego de la batalla de Caseros que en 1852 concluyera con el mandato de Juan M. de Rosas, la masonería orientó sus esfuerzos al logro de la unidad nacional. Ello se puso de relieve en los nombres de las logias surgidas a partir de esas fechas “Concordia, Unión del Plata” (uno de cuyos fundadores fue Sarmiento), “Confraternidad Argentina” (donde revistaban Mitre y Urquiza) o en el término “Unión”, engarzado con los nombres de las logias que proliferaron en casi todo el país.

En tales esfuerzos, por la pacificación constituye un hito fundamental la reunión masónica del 21 de julio de 1860, en que el entonces presidente de la Nación Santiago Derqui, el  ex presidente Urquiza y los futuros mandatarios Mitre y Sarmiento, entre otros, se comprometieron a deponer intereses particulares para arribar a tal fin.

De tal modo que el proceso de unidad nacional gestado desde el bloque dominante Buenos Aires – Litoral, logrado tanto por la vía violenta contra quienes se oponían al proyecto de país por él sustentado, como por la acción consensuada, tuvo en la masonería un ámbito de acuerdos que se hallaba por encima de partidos y facciones.

Claro que el accionar de la masonería se dirigía también a otros ámbitos no estrictamente políticos. Junto a su protagonismo cívico, desplegaran intensas acciones comunitarias de asistencia a los sectores desprotegidos y de difusión de la instrucción elemental. En tanto, en las regiones de frontera con los indios eran activos organizadores de colectas destinadas al rescate de cautivos de los aborígenes.

Es que la práctica de la filantropía es un principio dominante dentro de los valores que animan el “deber ser” de todo buen masón. La filantropía se opone a la caridad que era la práctica social tradicional de la Iglesia Católica.

“No negamos que en la base de la acción filantrópica existen principios religiosos, ya que es incorrecto suponer a la masonería desprovista de ellos. Su acentuado y militante anticlericalismo no implicó necesariamente una postura religiosa, dos conceptos que, si no se diferencian claramente, pueden llevar a explicaciones erróneas”.

Hacia la década de 1850, la masonería argentina nucleaba a buena parte de la dirigencia política que orientaba su accionar a la consolidación de la unidad nacional. Mitre, Sarmiento, Urquiza, Derqui y otras prominentes figuras, junto a la mayor parte de los jefes militares revistaban en esta línea filosófica de decisiva incidencia política. Precisamente, muchos de estos jefes militares eran los encargados de constituir filiales de la masonería en los establecimientos fronterizos como Azul, Tandil y Patagones.

A partir de la década de 1850, tuvo destacada actuación como militar y empresario en Patagones el coronel Julián Murga, quien organizó una filial de la Gran Logia Argentina con el nombre de “La Estrella de Patagones”, Hacia la década de 1860 sus figuras prominentes eran, además de Murga, el comandante Mariano Ruiz, don Domingo de Oro, político sanjuanino poseedor de un molino harinero en Carmen y don Pedro Aguirre, fuerte comerciante porteño recientemente establecido en la zona.

Como se ve, no figuraban entre los dirigentes, vecinos de viejo arraigo en la aldea. Es que el ideario transformador liberal que sustentaba la masonería, tardaría décadas en encarnarse en los sectores tradicionales de las poblaciones del interior del país. De tal manera que por varios años, la logia maragata fue frecuentada sólo por autoridades militares, por los marinos mercantes que recalaban en el puerto local o por algunos comerciantes recientemente establecidos.

Hacia 1878, presidia La estrella de Patagones el coronel Álvaro Barros, quien había sido designado gobernador de la Gobernación de la Patagonia con sede en Mercedes, nombre que a partir de la década de 1860 se le comenzó a asignar a la banda Sur de Patagones y que en 1779 se bautizó como Viedma. Aparentemente para esa época la logia se había trasladado a esa ciudad.

La década de 1880 traerla consigo importantes transformaciones  económicas y sociales. La campaña del General Roca permitió el establecimiento de asentamientos humanos a lo largo del río Negro hasta más allá de la confluencia del Limay y el Neuquén. Patagones se constituyó entonces en un importantísimo centro comercial y proveedor de servicios para estos amplios territorios, merced a su puerto que la conectaba con Buenos Aires y Bahía Blanca y por vía fluvial con los asentamientos valletanos. Toda esta dinámica atrajo a nuestras márgenes a grandes contingentes de población, tanto del extranjero como de las provincias argentinas.

No se trató sólo de un cambio cuantitativo. Los nuevos vecinos de la ciudad traían consigo ideas y prácticas políticas y sociales que brindarían nuevos rasgos a la convivencia de ambas márgenes» En este marco de mayor cosmopolitismo, la masonería local cobró nuevos bríos.

Es así que hacia 1895 se funda en Patagones la logia Torcuato Tasso. Si bien la iniciativa partió del capitán de navío Santiago J. Albarracín, el nuevo perfil social de la población hizo que este centro masónico contara con un número significativo de adherentes y que desplegara un intenso accionar.

Se desconoce el lugar originario de su sede social. En cambio, se sabe de dos de sus domicilios. Uno es el de la calle Roca (contigua a la actual Escuela Especial 501), en cuya fachada aún hoy pueden verse los símbolos masónicos. Otra sede, que se presume fue la última, se ubicó en la calle Mitre.    

El carácter secreto de la logia impidió conocer documentación que brinde detalles de su actuación. La tradición oral, en cambio nos hace saber, en cambio que la logia Torcuato Tasso, al igual que todas las del país, orientó su accionar en tres direcciones. Por una parte, promoviendo la asistencia solidaria a los miembros de la misma que tuvieran necesidades materiales insatisfechas. Por otra, realizando una tarea formativa de sus ideales de una moral sólida, más allá de los dogmas religiosos. Esto es, el plantea de una hermandad de los hombres que no se viera obstruida por su origen confesional. De manera tal que revistan en sus filas católicos, judíos y ateos. Pero el terreno en que la acción de la masonería, tanto aquí como en el resto del país se hizo más notoria, fue en su enfrentamiento con la Iglesia Católica a raíz de la oposición de ésta a abandonar o restringir su influencia en áreas de actuación que ahora el Estado pretendía asumir.

En estos enfrentamientos la masonería no actuaba en cuanto tal, sino a través de sus afiliados y simpatizantes que revistaban en los partidos políticos o en los periódicos locales.

Durante el gobierno defacto del general Uriburu, en la década de 1930, la masonería fue perseguida tenazmente. Se cree que a partir de ese momento la masonería local fue declinando sus actividades. No sólo habría obrado para ello la proscripción de sus actividades, sino el hecho de que algunos de Los objetivos que impulsaron su accionar durante décadas ya se habían logrado.

FUENTE: MUSEO HISTÓRICO EMMA NOZZI CARMEN DE PATAGONES

Nota reeditada

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