Si estudiar en mi ciudad natal me hace burgués, pertenezco a la burguesía

 

Nadie en su sano juicio se animaría a echar sobre la mesa de debate que somos un país del primer mundo, que nuestro nivel educativo es excelente, que nuestra condición edilicia es óptima. Quien lo dijera, estaría faltando a la verdad.

Nos faltan escuelas. Primarias y secundarias. Nos faltan más universidades. Nos faltan más aulas. Nos falta tapar cada gotera. Nos falta arreglar cada puerta. Tenemos una deuda pendiente con elevar nuestro nivel educativo.

Cada mejora es una conquista. Y cada conquista demanda esfuerzo. Diario e incesante. Esas conquistas tienen antecedentes históricos tan fuertes como lo es la Reforma Universitaria de 1918, donde incontables estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba pusieron fin a un régimen autoritario y conservador que mal dirigía dicha casa de altos estudios. Ellos, precisamente con ese esfuerzo diario e incesante, que a más de uno le dejó heridas físicas, terminaron con la cerrada corporación de las clases superiores.

Desde entonces, hace 100 años, la Universidad Pública en nuestro país no ha sido la misma y no volverá a serlo.

La Universidad Nacional de Río Negro forma parte de esa contribución para que la educación superior siga siendo materia de avance. Claro ejemplo de ello es que el 80 por ciento de sus estudiantes forman parte de la primera generación familiar que accede a estudios universitarios, lo que implica un innegable aporte a la sociedad rionegrina y patagónica en pos de erradicar la exclusividad al acceso universitario sólo para aquellos que pueden pagar estudios lejos de sus hogares.

Como ha sucedido esta semana, tildar a la UNRN de ser una fábrica de burgueses, es claramente erróneo, a todas luces inconcebible. Es una fábrica de objetivos concretos, de posibilidades, de crecimiento profesional, personal, social, cultural y deportivo. Pido disculpas si soy autorreferencial, pero es así como concibo a mi casa de estudios. No soy burgués, soy un pibe de a pie. Un pibe más, al que le dieron la posibilidad de estudiar lo que anhelaba en su ciudad natal.

Libros que echen luz sobre formas adecuadas o inadecuadas de enfrentar la defensa de nuestros derechos no existen. No obstante, es fácil advertir cuando alguien inmerso en esa necesaria lucha excede los límites de lo razonable.

Encabezar la toma de un vicerrectorado, intentar la toma de un Campus donde diariamente se forman cientos de estudiantes, excede lo razonable. Nadie pone en duda la legitimidad de los reclamos-que deben ser de todos-, ni la necesidad de contar con mayor infraestructura. Lo cuestionable es que por enfrentamientos que se han vuelto personales con las autoridades, se perjudique a un sinfín de estudiantes que intentan alcanzar sus metas.

La situación actual de la UNRN debe llamarnos a reflexionar-especialmente a sus miembros jerárquicos-, a analizar el camino recorrido en estos 10 años y trazar correctamente aquel que queremos recorrer. La violencia no ha sido fructífera, ni lo será. Formar universitariamente más pibes de a pie, sí.

 

Agustín Hernán Gutiérrez


Estudiante de Abogacía en la Universidad Nacional de Río Negro


DNI 39.867.057

 

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