Entre oráculos, enigmas y acertijos. “Desvelar la inteligencia de los lectores”

 

Oráculo, del latín “oraculum”, derivado de orare, suplicar, rezar, es una comunicación divina dada a petición de quien la invoca y, por extensión, el lugar donde se realizaban las profecías.

El más famoso de los oráculos de la antigüedad fue sin duda el de Delfos, ubicado en el Monte Parnaso.

Según escribe Luis Melnik “En la mayoría de los templos, mujeres sentadas ofrecían las respuestas, muchas ambiguas y oscuras que solían ser engañosas o provocaban dudas”

Verbigracia “cuando Creso cruce el río Halys, se desmoronará la fuerza de un imperio”. Obviamente, Creso supuso que se refería al imperio enemigo, pero el oráculo se refería al suyo, que así cayó cuando fue derrotado por Ciro.

Cuenta Melnik que “otra respuesta famosa es cuando se le dijo a un príncipe: “Tú marcharás regresarás nunca morirás en guerra”. Frase confusa cuyo significado depende del lugar de la pausa: “Tú marcharás, regresarás, nunca morirás en la guerra”. O “Tú macharás, regresarás nunca, morirás en la guerra”.

Para los estudiosos de la Biblia, es interesante la consulta del Rey Saúl a una pitonisa a la cual le solicitó consultar al espíritu del profeta Samuel ya fallecido y, aparecido, éste lo increpó duramente anticipando la derrota del ejército de Israel.

Pero es más conocido el caso trágico de Edipo, hijo de Layo y Yocasta, reyes de Tebas, extraído de la mitología griega, glosado por Sófocles y desmenuzado muchos después por Freud. Criado por Pólibo, el joven ignoraba que era adoptado y el oráculo le vaticinó que él mataría a su padre y se acostaría con su madre, como efectivamente sucedió.

Antes de este hecho trágico, entrando ya en los acertijos, le preguntó la Esfinge: ¿Cuál es la criatura que en la mañana camina en cuatro patas, al medio día en dos y en la noches en tres? A lo cual Edipo respondió acertadamente: “El hombre, en su infancia gatea con sus manos y rodillas, que es como tener cuatro pies. Cuando es un adulto camina en dos pies. Y en el anochecer de su vida usa un bastón, lo que equivale a caminar en tres pies”.

Y si de acertijos hablamos, también los tiene la Biblia y está narrado en el Libro de los Jueces. El ingenioso autor del mismo es el forzudo Juez Sansón. Se cuenta que creció con fuerzas inusitadas, jamás vistas en hombre alguno y entre otras muchas proezas “una vez se le cruzó un león y sin nada en las manos, Sansón despedazó al animal. Al volver, encontró sobre el cadáver del león putrefacto un enjambre de abejas y un panal de miel”.

“Luego se casó con una mujer filistea llamada Dalila y Sansón propuso un acertijo a los asistentes al banquete de bodas”.

“Del que come salió comida y del fuerte salió dulzura”. Antes del plazo estipulado para que hallaran una respuesta, seducido por su mujer le confió ¿Qué hay más dulce que la miel y más fuerte que el león?

Traicionado por Dalila que les pasó la respuesta Sansón les dijo a los filisteos la famosa frase: “Si no hubiesen arado con mi ternera, nunca habrían resuelto mi adivinanza”.

Y para desvelar la inteligencia de nuestros lectores dejo para cerrar esta nota el curioso caso del inteligente Beremiz, citado también por Melnik.

“Venía Beremiz de regreso del mercado, montado en su camello, cuando dio en pasar cerca de un albergue de caravanas de camellos, donde tres hombres discutían agriamente. Se arrimó con gesto interrogante, procurando ofrecerles algo de tranquilidad y sosiego.

“Somos hermanos –explicó el más viejo-. Nuestro padre nos dejó de herencia 35 camellos y según su voluntad, a mí me corresponde la mitad. A mi hermano Hamed, una tercera parte, y a Harim, el más joven, una novena parte. Pero nos ordenó no dañar ningún camello ni lastimarlos de manera alguna. No sabemos cómo hacerlo. La mitad de 35 es 17 y medio; la tercera y la novena partes tampoco son exactas”.

El caballero Beremiz ofreció resolver la cuestión.

“Amigos míos, sumo mi camello a los vuestros y ahora tenemos 36. La mitad es 18 y son tuyos –dijo al mayor-. Tenías que recibir 17 y un poco más y recibes 18. El segundo que debía recibir 11 y un poco más, ahora recibe 12. Y el joven, que debía recibir 3 y un poco más, ahora recibe 4. La mitad, la tercera parte y la novena de 36”.

Los hermanos se abrazaron, felices porque había resuelto la cuestión y recibido más de lo esperado. El componedor les dijo entonces:

“Ustedes han recibido 18, 12 y 4, o sea un total de 34. Sobran dos camellos. Le mío agregado y uno que merezco de premio. Adiós”.

A devanarnos los sesos ante la astucia del inteligente Beremiz.

 

Jorge Castañeda

 

Escritor – Valcheta

 

Foto: Meseta de Somuncurá por Guillermo Giagante

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