Mucho se habla de fantasmas y, si bien los dan por existentes entre nosotros, hay quienes sostienen que solamente viven en la imaginación de las personas. Por lo tanto, si bien no estamos en condiciones de afirmar o negar su existencia, intentaremos aportar testimonios de quienes opinan sobre ambas posibilidades y haber experimentado experiencias en ese sentido.
En el folklore de distintas culturas son considerados espíritus, almas errantes o en pena de seres muertos, claro que se manifiestan en forma perceptible, ya sea visual, por medio de sonidos, aromas o movilizando objetos
Recientemente se han publicado estudios relacionados con las creencias de sociedades occidentales, en las que la religión tiene gran predicamento, por caso los Estados Unidos y estos han demostrado que más del 30% de sus habitantes cree en la existencia de fantasmas, como también en la vida después de la muerte o la existencia de algo en el más allá.
De la misma manera, ponen de relevancia que el tema fantasmas ha generado y genera una amplia literatura a través de novelas de terror, como también la cinematografía y el teatro, como ha promovido la creación de leyendas y mitos.
Desde la antigüedad, la mitología, la religión y otras manifestaciones folklóricas o literarias, han creído o pretendido creer en la existencia de entidades, sobrenaturales, manifestaciones vitales más o menos inmateriales de varios tipos.
Existe la creencia que desde lo más profundo del primitivismo se otorga vida a todo lo semoviente o dotado de movimiento y evolución, como a las fuerzas de la naturaleza, tales como el agua, el fuego, el aire, la vegetación y los astros, los que pueden asociarse o formar criaturas y recibir diversas denominaciones.
No obstante, otras opiniones afirman que un fantasma es un ser que viene de un ente espiritual de origen humano, bien diferenciado de otras creencias, como duendes, demonios, genios o hadas.
Siempre en base a lo que señalan los estudiosos de estos temas, una vez que se creen la existencia de un ente disociado del cuerpo humano es fácil concebir su existencia separada y autónoma fuera de él como un espíritu, ánima, alma o en forma de entes espirituales.
Los pueblos primitivos consideraban que los fantasmas tenían una vida miserable con energía espiritual, normalmente insuficiente para animar o mover un cuerpo, hacer latir su corazón y dar aliento o respiración, pero con cierta vida, al fin y al cabo ya que tenían bastante fuerza para manifestarse en los sueños para atormentar o avisar a los vivos que apenas necesitaban alimentos y que había un día designado para alimentarlos con alimentos, sacrificios u ofrendas.
Los cristianos sustituyeron estas ceremonias con flores en el día de los difuntos o de todos los santos, para que los antepasados se calmen y aseguren su benéfica influencia.
Es importante destacar que la creencia en los fantasmas se remonta a los primeros textos escritos por sumerios y egipcios, como también aparecen en epopeyas de otras civilizaciones de distinto desarrollo cultural.
En la Odisea de Homero, como en otros escritos, se hace referencia a viajes de ultratumba, los romanos en tanto ponían un puñado de tierra sobre el cadáver, porque pensaban de lo contrario que el alma erraría en toda la eternidad y además había que poner una moneda en la boca, para pagar al barquero que lo trasladaría, porque de lo contrario el alma no tendría descanso.
Los historiadores añaden que por esta razón, a los romanos le aterraba navegar en los mares, ya que los náufragos no recibirían honras funerarias y por tal motivo, los marineros solían usar un pequeño aro de oro con la creencia que lo utilizarían para pagar su funeral en caso que su cuerpo ahogado llegara a la playa.
Otras creencias que le atribuyen a los antiguos romanos, es que a los suicidas se los enterraba con las manos cortadas y separadas del cuerpo con el propósito de desarmar el espíritu, ya que éste hipotéticamente atormentaría a los vivos.
También según los romanos, los fantasmas buenos eran los espíritus de sus antepasados a los que denominaban “manes”, los malvados en cambio, eran las almas de hombres malvados que vagaban errantes por las noches atormentando a los vivos y se los nombraba “larvaes”.
En definitiva, existen tantas investigaciones, estudios, historias, versiones, creencias y trabajos especiales sobre este tema, que en lugar de esclarecernos al respecto, solo nos aportan más información, aunque no la certeza respecto de su existencia, por lo tanto mantendremos la duda que planteamos en el encabezamiento de esta nota: “existen los fantasmas o son producto de la imaginación de nuestras mentes”.
Texto: Eduardo Reyes, escritor de Viedma, radicado actualmente en Las Grutas, Río Negro