Provincia de Río Negro ¿Cómo abarcar toda una inmensa región con pocas palabras?

 

Río Negro, región de la aurora, paraíso terrenal, edén soñado donde se produce toda fuente, pródiga de regiones y climas, llamado de claves ancestrales al acecho, solar de toda belleza, provincia continente, “tierra que el océano guardó intacta y purpúrea”, arcadia de mar a cordillera.

¿Quién tiene palabras para cantar tanta belleza? ¿Quién pudiera recorrerte? ¿Qué artistas pueden plasmar tu geografía? ¿Qué mágica música se puede tocar en tu pentagrama?

Vallecitos menores, florcitas del monte, tunales en la estepa, verbenas florecidas en las mesetas, pilares de monedas, ríos arteriales, arroyos mansos, basaltos dormidos, leyendas milenarias, bosques de arrayanes, el alpataco y el pañil, la leña de piedra, las dedaleras rojas, los relicarios amarillos, el diente de león, la canchalagua.

Los bajos de todos los bajos, las salamancas, los petroglifos, las pinturas rupestres, los restos en la altura de 13000 años en plena Somuncurá, los lagos donde la luna riela sin cesar, el piquillín, el michay, el palo piche, los puestos rurales bajo el sol, los alambrados congelados en invierno, los guanacos –centauros de leyendas-, el choique arisco y ceremonial, el zorro gris y el colorado, el puma, los pilquines oteando en los pedregales, la vía láctea sobre los campos cuyas estrellas se pueden tocar con las manos, los cañadones, el viento, siempre el viento a veces amigo y compañero de la soledad del hombre y otras veces irascible y colérico, la potrada, el balar de las ovejas, la chivada esparcida por el monte.

¿Cómo poder abarcar toda una inmensa región con unas pocas palabras? ¿Falta acaso para glosarlo el aedo que cante con voz ercillana su gesta?

El redondo pan casero en los hornos de barro, el humito de las chimeneas en los puestos, el olor penetrante del chinchimolle, los fogones donde crepita el piquillín y al asador un costillar de capón, las picadas, los pedreros, los arenales, los escoriales, los parajes, las grandes ciudades recostadas sobre el río, las chacras, los viñedos, los sembrados, los rodeos de vacunos.

Río Negro, territorio por el que pasó Antoine de Saint-Exupèry y desde la frágil cabina de su avioncito la vio en toda su realidad:

“Siempre he tenido ante mis ojos la imagen de mi primera noche de vuelo en la Argentina (en la Patagonia); una noche sombría en que centellaban, solas como estrellas, las pocas luces dispersas en la llanura”.

“Cada una señalaba, en ese océano de tinieblas, el milagro de una conciencia. En aquel hogar reían, o reflexionaban, o proseguían las confidencias. En aquel otro, quizá, intentaban sondear el espacio o se fatigaban efectuando cálculos sobre la nebulosa de Andrómaca. Allá amaban. De distancia en distancia brillaban esos fuegos que reclamaban su alimento. Hasta los más discretos: los del poeta, los del maestro, los del carpintero. Pero, entre esas estrellas vivientes, cuántas ventanas cerradas, cuántas estrellas apagadas, cuántos hombres dormidos”.

Así vio a nuestra Río Negro desde el aire el autor del Principito, en toda su espléndida majestad, pero sobre todo a esos habitantes que abajo en medio de la estepa soñaban o dormían, esos hombres del sopor que retrató otro gran escritor: Eduardo Mallea.

Río Negro es una provincia de toda riqueza. La mano de Dios ha sido próspera con esta tierra de promisión.

Esta fue la provincia cuna de mis padres: de un viejo tronco familiar de primeros pobladores de Choele Choel  en el año 1898 alumbró el linaje Castañeda y en el paraje de Nahuel Niyeu de inmigrantes árabes vio la vida mi madre. Acunados por los vientos en el cambiante clima de la estepa cristalizaron sus sueños abrigados por el regazo protector de su tierra madre, esta hermosa provincia que hoy es de todos.

Y que podamos decirle con orgullo rionegrino, como el poeta y amigo José María Castiñeira de Dios: “Nada podemos reclamar, si bien se mira, para lo que nos diste: la callada conciencia de sabernos una parte de tu forma entrañable; y sentirnos marcados, como a fuego, por todos los lujos de tu historia; y la risa y el llanto, según las estaciones de tu cambiante rotación. ¿Cómo podremos decirte –Río Negro-, que sos lo que más queremos?

Texto: Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta (Río Negro)

 

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