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“Buenasuerte Pinta” – “Vicente Séptimo Trece” – “Hermético Pinchulef” – “Crédito Agrario” y tantos otros. Suerte que ahora uno puede cambiarse el apelativo.
Que hay nombres más largos que esperanza de pobre es bien sabido, pero algunos… Y como muestra van algunos ejemplos:
Un señor que hizo historia en el mundo del arte por su gran talento se llamó, nada más ni nada menos que “Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Mártir Patricio Clito Ruiz y Picasso. Tan largo como su talento pero solo firma sus obras como “Picasso”.
Y como este es el mes del gran Manuel Belgrano, para no quedarse atrás se llamaba: “Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano”.
Y también quedó para la historia de San Antonio Oeste los nombres de su juez de Paz: “Arturo San Juan de Santa Cruz”.
Mis primos de la rama Castañeda se llaman: Juan Manuel Federico Miguel, Caupolicán Ceferino y uno de mis tíos Néctar Nictálope.
Nombres raros y risueños hay muchos: y otros más de la cosecha del escritor Daniel Balmaceda.
La ingeniero Fenil Echarren fue directora de la ENET N 1 de Bahía Blanca llevaba ese nombre por su padre químico de profesión y su hermana Etil.
Galo Martínez aporta varios nombres al anecdotario: Por ejemplo un jugador uruguayo se llamaba “Gambeta” y en Viedma recuerda a quién era un emblema de su país: “José Gervasio Artigas Facenti”.
Don Cátulo Hortal, figura del Turismo de Carretera llamó a sus hijos: Edison, Darwin, Nobel, Newton y Franklin.
Y cuenta que en su paso por la Facultad conoció el caso de un ciudadano que quería cambiarse el nombre porque se llamaba “Ratón Pérez”.
En Las Bayas, por un error del juez asentaron al recién nacido como “Belgrano Moreno”. El caso más increíble que registra Galo es con respecto al nombre Haydee, donde una dama fue asentada como A y D.
Una ciudadana chilena fue asentada como “Muerte del Tránsito”. En Maquinchao una vecina se llamaba “Corona Virgen”. Y muy risueño cuenta que un paisanito sureño se llamaba “Hermético Pinchulef” porque su padre al olvidarse el nombre se encontró una tranquera cerrada con un candado que tenía la inscripción de “cierre hermético”. O aquel matrimonio que esperaba que su primer hijo fuera varón o nada, como nació chancleta la llamaron “Nada”. Y muy llamativo el caso de una familia cuyo hijo nació en un viaje en el límite con Chile, se le dio el nombre de “Neutral”.
Por los años 30 –apunta Galo Martínez- vivió en Viedma la familia Verde. Sus dos hijas mujeres se llamaban “Rosa Verde” y “Violeta Verde” y sus hijos “Nardo Verde” y “Jazmín Verde”.
Elías Chucair en uno de sus libros recuerda a un vecino de Jacobacci que se llamaba “Leovino Regalado”.
La familia Castro de Viedma tiene un compendio de nombres raros por la imaginación del padre: amante del lunfardo los llamó al “vesre” o sea “Nalú”, “Ori Grone” y otros por el estilo. Solo uno de ellos fue favorecido con un nombre común que, con el paso del tiempo, pasó a ser no tan común pues se llamaba “Fidel Castro”, pero para seguir con la tradición su segundo nombre era “Anigivir”, o sea el nombre de su madre Virginia al revés.
Tulio Galantini también ha recopilado nombres raros de la Comarca. Por ejemplo el director de coros: “Gallo Chillón”. Una doctora “Hueso” que es traumatóloga. Un peluquero de apellido “Calvo”. Un contador “SeisSedos”. Un arquitecto “Casas”.
Y uno personal: Mi abuelo en el Líbano se llamaba “Amed Ardín” pero cuando vino a Argentina se puso “Julián Luna”.
De mis recuerdos de hace muchos años hay varios geniales de Fidel Pintos, por ejemplo cuando le hablaba a “Ana Lisis de Matemático”. Y también de Dante Quinterno cuando Isidoro Cañones quiere enamorar a una viuda llena de billetes que se llamaba “Felicitas la Veta del Oro”.
Y así podríamos seguir. Pero como siempre se dice “El nombre es lo más importante que uno tiene”.
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta
