Cuando Oscar “Pipi” Mazzei plantó su manzano. La rampa de la Legislatura lleva su nombre

 

Cuando le comenté la idea a Pablo Verani, por entonces presidente de la Legislatura, la captó enseguida y seguramente la visualizó mejor que yo. Con su venia me fui entonces hasta La Pampa, visité la Legislatura de Santa Rosa donde los estudiantes eran convocados para debatir sus propias iniciativas parlamentarias y me volví a Viedma rumiando durante el viaje el proyecto “Crecer en Democracia” que, desde 1990 y por casi 20 años consecutivos, trajo al recinto a miles de estudiantes rionegrinos para ser legisladores por un día.

Intuimos las posibilidades que entrañaba esta propuesta, pero creo que ninguno de los dos pudimos volar tan alto como para imaginar aquel 10 de octubre de 2003 cuando las históricas bancas del Parlamento rionegrino recibieron a alumnos de varias escuelas especiales de Viedma, Sierra Grande, San Antonio Oeste y Valcheta. Vinieron para exponer (debiera decir “exigir”) su propia visión sobre “Los Derechos del Niño”.

Acusé el primer impacto de lo que estaba sucediendo mientras observaba las tremendas dificultades que para varios de ellos significaba acceder a las bancas del recinto donde a continuación se desarrollaría una histórica, inédita e inolvidable sesión. El segundo cuando, a viva voz, reclamaron su participación en los Juegos Rionegrinos en los que hasta entonces no encontraban espacio ni respuestas o planteaban vehementemente mejores condiciones de estudio.

Volví a maravillarme cuando una maestra, de pie junto a su alumna sordomuda, traducía a la niña cada palabra al lenguaje de señas con una natural y cotidiana actitud de amor y pasión por la docencia. Pero el golpe de gracia para toda la concurrencia llegó momentos después con la participación del alumno legislador Oscar “Pipi” Mazzei, de la Escuela de Formación Cooperativa y Laboral Nº 1 de Viedma, quien sabiamente supo esperar el momento oportuno para su intervención. Y ello ocurrió cuando Bautista Mendioroz se sentó en el estrado de la presidencia para darles la bienvenida y felicitarlos por la sesión que se estaban protagonizando.

Mazzei contuvo respetuosamente sus ansias hasta que Bautista concluyó el saludo y fue entonces cuando pidió la palabra y, sin anestesia, le arrojó toda su artillería desde la banca que le habilitó la palabra para exigir a la autoridad, como alumno, como rionegrino y como “legislador”, que le respetaran su derecho a la accesibilidad a un edificio público.

Con el mayor respeto, pero la firmeza que le otorgaba su privilegio parlamentario, el “Pipi” clavó su mirada en los ojos del vicegobernador y le lanzó: “Personalmente me costó ingresar a la Legislatura y llegar a la banca debido a las escaleras ya que no tienen las rampas que debieran estar en todo lugar público o privado”. No dispuesto a callarse nada, dirigiéndose a Mendioroz y a unos pocos legisladores presentes sentenció: “Dios quiera que ninguno de ustedes pueda tener un accidente que les impida acceder a sus bancas”.

No deben haber pasado ni cinco minutos entre el encendido discurso del “Pipi” y la llamada del vicegobernador a la Intendencia de la Legislatura para que construyeran una rampa provisoria que permitiera superar transitoriamente esa barrera arquitectónica.

El “Pipi” fue un luchador y éste fue sólo uno de sus sueños concretado con la primera ampliación del edificio en 2007. Falleció en el 2008, aunque seguramente, antes de su partida, habrá visto materializado su reclamo.

El bloque Alianza Concertación para el Desarrollo, hacia fines de 2012, recogió el guante que este joven arrojó sobre la escalera del recinto y acusando recibo de una iniciativa de sus docentes que propusieron homenajearlo de esta manera y, tras la aprobación unánime de una resolución de la Cámara, impusieron su nombre a la rampa de acceso construida sobre el ala derecha de la sede legislativa.

La placa allí instalada fue descubierta por el vicegobernador Carlos Peralta y el legislador Bautista Mendioroz. Allí estaban dándole el presente al “Pipi” sus padres, amigos, docentes, legisladores y empleados de la casa, rindiéndole además sus austeros pero merecidos honores.

La anécdota devuelve a mi memoria una frase que Martin Luther King repitiera a menudo en sus discursos: “Aunque supiera que mañana el mundo se despedazara, yo aún plantaría mi manzano”.

 

Alberto Ricaldoni, periodista de la Legislatura de Río Negro

 

 

 

 

 

 

 

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