La jirafa de Clemente Onelli (un pueblo rionegrino lo recuerda) y el gorila de Perón

 

Según recoge la pluma de León Benarós como el tamarisco, los gorriones y otras rarezas “es a Sarmiento a quién se debe la creación del Jardín Zoológico de Buenos Aires. En junio de 1874, el sanjuanino presentó al Congreso el proyecto de ley creando el Parque 3 de Febrero, en el que se incluía el famoso jardín”.

“Aprobado uno de los proyectos, el ingeniero militar mayor Wysosky inició de inmediato las obras, bajo la directa vigilancia de Sarmiento, que, a caballo en un tordillo de lo más vistoso, seguido por su escolta de granaderos sanjuaninos, daba órdenes aquí y allá, proponía tal o cual disposición de los macizos y en todo estaba, con mirada vigilante”.

El plantel inicial se formó con tres cisnes regalados por Sarmiento y un hurón, un yaguaraz y tres guanacos que donaron los señores T. Méndez, E. Bunge y J. Campos, respectivamente.

Entre los directores más famosos debemos citar a don Clemente Onelli (un pueblo de nuestra Región Sur lo recuerda) porque fue un pintoresco personaje que importó la primera jirafa, la cual fue paseada por las calles de la ciudad para el asombro de los porteños.

Es también Onelli quién propició una expedición a los lagos del sur buscando el misterioso plesiosaurio que solía habitar en sus aguas, engañado seguramente por el pistolero Martín Sheffield, aventura que termino en un gran fiasco, pero que sirvió para atraer al turismo y crear la leyenda del “Nahuelito”.

Otro de los directores del Zoológico, casi desconocido y olvidado, fue Mario Perón. Pero dejemos que el mismo general lo rememore: “Mi hermano Mario, era un héroe para mí. Demasiado serio para su edad, a causa de su profunda introversión; más estudioso que yo y creo, hasta más inteligente. Por lo menos aprendía más a prisa. Tal vez, esa incapacidad mutua para demostrar nuestro afecto, nos privó de una relación más estrecha, en los momentos en que más nos hubiéramos necesitado. Aun así fuimos compañeros de aventuras, hasta que le tocó marchar a Buenos Aires, para estudiar en el Comercial, que era similar al Nacional”.

“Mario murió a los 60 años. Cuando me eligieron presidente por primera vez, él conservaba su campo en la Patagonia, pero vivía en la ciudad. Un día lo llamé y le dije: “mirá hermano, acá trabajamos todos, vos vas a tener que trabajar en algo también…”. Me contestó: “No, yo ya estoy jubilado. Trabajá vos que te has metido en esto; a mí dejame tranquilo”. Entonces insistí: “Tengo una cantidad de cosas que te interesan, le dije; pensá en qué podés ocuparte”.

“Tiempo después me llamó, había recapacitado: “Vos sabés que me he pasado la vida entre animales, Juan, a mí me gustan los animales. Me result6a más fácil tratar con ellos que con los seres humanos. Un  puesto para mí es el de director del Zoológico. ¡Te aseguro que te lo convierto en el mejor del mundo!”. Fue director ad-honoren. Se compenetró tanto en su tarea, realizó una clasificación tan rigurosa, los animales estaban maravillosamente bien; parecían reconocerlo. A mí me gustaba verlo entrar a Mario a la jaula del gorila, como quién visita a alguien. Esa fue la única vez que los Perón tuvimos un amigo “gorila”.

Dice Benarós: “Globos, caramelos niños, tranquilos padres de familia con su criatura, fieras aburridas de su encierro, soñolientas y lánguidas: fotógrafos do mingueros, dan color y sabor al viejo Jardín Zoológico cuyo rostro, siguiendo el paso de los tiempos nuevos, se remozará quizá, en las nuevas i9nstalaciones proyectadas. Pero los viejos porteños verán caer con dolor la piqueta sobre los exóticos templetes, ligados a tantos maravillosos recuerdos infantiles”.

 

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta

 

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