Historias de la Patagonia profunda. El frío no da tregua (parte final)

 

Al día siguiente regresé al campo. Amaneció muy nublado, los manchones de nubes negras como carbón preanunciaban la tormenta, el reflejo de las primeras luces del día en el camino reflejaban los cristales de hielo y todo se empezaba a poner de color blanco por la helada de la noche. Luego de una hora y media llegué al puesto de Mariano, el dueño de esa fracción de campo a donde había llegado el día anterior; para entonces, ya había comenzado a neviscar y el frío no daba tregua…

…Mariano me invita unos mates que no acepto porque quiero salir a recorrer antes que el clima empeore, y le pregunto:

– Vas a estar acá?

– Sí! Con el tiempo malo no salgo!

– Bueno, yo voy a recorrer un rato y vuelvo por algo caliente.

Salgo y a la media hora la nevisca ya es nevada, con esos copos grandes que caen como flotando, moviéndose como plumas. El clima empeora y la humedad de la nevisca en el mameluco térmico se congela, formando una dura coraza de hielo que, presumo, no va a tardar mucho en pasar, así que decido regresar.

A la vuelta, a lo lejos, veo los caballos golpeando con sus patas la gruesa capa de hielo que se había formado en la aguada y que no les permite saciar su sed; sigo camino enfilando a la columna de humo alentador que sale de la chimenea de la vieja Istilart del rancho de bloques de adobe.

Cuando llego a ese oasis tibio, Mariano ya me espera con el mate caliente y la radio encendida, esperando los mensajes rurales de las 11hs. Casualidad? Causalidad? Ayer había llevado el mensaje del vecino a la radio y ahí estamos, sentados, mateando, escuchando la radio y mirando la nevada por la ventana. Le cuento a Mariano la desventura de sus caballos por tomar agua; ni bien terminan los mensajes, se abriga y sale con el pico, se arrima a la aguada y realiza un perfecto corte cuadrado ante la atenta mirada de su caballo, que espera ansioso. En este momento puedo apreciar esa manifiesta simbiosis entre el hombre de campo y sus animales para beneficio mutuo.

Regresamos al rancho y decido pegar la vuelta porque la nevada sigue acumulando nieve y temo que en un par de horas se congele y la salida sea complicada. Me voy con la promesa de volver a comer un churrasco y llevarle las fotos…

Y así es la vida en la Patagonia profunda, y qué mejor para describirla que un fragmento de un texto del escritor Jorge Castañeda: “Se dice –y seguramente es así- que la Patagonia moldea el espíritu de sus hombres y de sus mujeres como el viento la copa de sus árboles. Que el hombre del Sur se mimetiza con la tierra como el temido collón de los mapuches. Que el carácter se templa ante tantas encrucijadas. Que en esta tierra de leyendas nada se regala.”

 


Texto y foto: Marcelo Minichelli

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