Recuerdos valcheteros: Zapallos escritos del Chopi, perro “Orejano”, Cordiona del León Manco…

 

¿Dónde estará el loro de la Tota Tissot? ¿Y el papagayo de los Voltolini? ¿Y el puma de Amestoy? ¿Y el caballo Tomba de Chipauquil? ¿Y qué será de la vida del Barredor, del Churrinche y de la Muñeca Brava? ¿Habrá como dice Atahualpa un cielo para los buenos caballos?

¿Dónde estará la guitarra de Bernabé Lucero? ¿El Polara blanco del Doctor Raúl Fernícola? ¿La bandera del club Rosario Central que izaba doña María Cicero? ¿El camión amarillo de “Villa Virginia” y “El Tropezón? ¿La Estanciera de don Lázaro? ¿Y “Orégano”, el perro de don Pedro Direne?

¿Dónde estará el zapallo del Chopi Valentini que en su cáscara decía Valcheta? ¿Dónde estará la vieja pista de atletismo? ¿Y dónde andará la vieja pianola de doña Lucía Scandroglio? ¿Y la casilla de chapas del ferrocarril en la ribera del arroyo? ¿En qué mesa estará el jarro de cobre para hacer café que tenía Elda Direne?

¿Dónde andará el avestruz de Riquelme que asustaba y corría a la gente? ¿Y la bicicleta del padre Greber? ¿Y qué se habrá hecho el Chevrón de Julián Asconapé? ¿Y la cuchara de albañil de mi padre? ¿Y el pilón para pesar lana del Tilo Saieg? ¿Y los panes árabes de don Alí Mortada? ¿Dónde los helados de Yahuet? ¿Y los cabecita negra que me cazaba el Cabezón Reyes?

¿Dónde andará sonando la acordiona del León Manco? ¿Y el acordeón de Roberto Mortada? ¿Estará en algún lugar el camión reformado de Angelito Bellini? ¿Y la bicicleta que solía manejar sin poner las manos en el manubrio?  ¿Se habrá secado el árbol con cuatro injertos que cultivó en una esquina de su vivienda?

¿En qué tiempo se habrán quedado los frutales de duraznos japoneses de don Jacinto Direne? ¿Y los enjambres de abejas del apiario de Rubín Díaz y Rodolfo Astrada?  ¿Dónde estará el recuerdo de Gamero con “La Tablita” donde se paseaba muy oronda su laucha Juanita?

¿Dónde estarán las camisetas de Tigre que trajo don Remigio Cabrio de Buenos Aires? ¿En qué lugar estará guardada la rastra de oro de Tatita Pailemán? ¿Y la cuna de Solimein Mussi? ¿En qué perdido rincón estarán olvidados los tarros lecheros de Egidio Voltolini? ¿Y el sillón de peluquero de don Yeber?

¿Y los tulipanes del jardín de Elvira Marco, se habrán secado para siempre? ¿Alguien recordará la vidriera de la sastrería de don Arborello? ¿Y los faroles Sol de Noche cuando se cortaba la luz? ¿Estará en algún lugar la máquina de coser Godeco de mi madre? ¿Y el Libro de Oro de la Escuela 15?

¿Quedará el recuerdo de Bartolomé Reyes vendiendo en el kiosco sus billetes de lotería? ¿Adónde se habrán marchado? ¿Y las chapas con patentes AA, que abajo decían “Valcheta, Río Negro?

Las cosas –escribió Jorge Luis Borges- perdurarán más allá de nosotros. Y es una gran verdad. El paso del tiempo todo se lleva, implacable. Pero los viejos recuerdos perduran en cada esquina, en cada casa, en cada calle.

 

JORGE CASTAÑEDA

ESCRITOR VALCHETA

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