Misterios del puente Viedma-Patagones: ¿Dispositivo para dinamitarlo? ¿Sepultados en hormigón?

 

 

El puente ferrocarretero, también conocido como el “puente viejo”, que une las ciudades de Carmen de Patagones y Viedma es una de las postales clásicas de la Comarca.

Sobre el mismo se han escrito numerosos trabajos, destacando entre ellos una excelente nota ilustrativa de la Municipalidad de Patagones, una crónica del maestro Carlos Espinosa en su ameno libro “Perfiles y postales” y otra que aporta varios datos de particular interés que fue publicada en el libro histórico de Viedma, bajo la dirección del escribano Remo J. Costanzo.

Quedan también memoriosos testigos de la construcción del mismo que aún aportan datos sobre esta maravilla de la ingeniería que actualmente se ha cerrado para ponerlo en valor, loable iniciativa para preservar los monumentos históricos que tenemos los rionegrinos.

Fue la empresa alemana “Dickerhoff y Widmann la encargada de la construcción de los trabajos de mampostería, la base de los pilares hasta la colocación de los rieles, estando a cargo de la obra el ingeniero Juan Fostery. En tanto que el montaje de los tramos metálicos fue ejecutado por la metalúrgica “Gutehoffnungshjütte”, también alemana, correspondiendo sí, a la empresa local Figliozzi y Ferrario el levantamiento de los terraplenes en ambas márgenes del puente.

La parte metálica construida en Hamburgo y desarmada en grandes piezas fue traída a la región en barco y tren.

Se sabe que “existió uno similar en Japón, que fue destruido durante un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial, por lo que el puente viejo, al decir de los vecinos de la Comarca, es el único de estas características que queda en el mundo”.

Su brazo levadizo permitía el paso de embarcaciones de gran tamaño y está unido a la historia de la náutica en el río Negro.

Narra Carlos Espinosa que fue terminado el 17 de diciembre de 1931 y contaba con “270 metros de largo, en tres tramos fijos y uno basculante, con 2.500 toneladas de peso”, siendo la altura sobre el río desde el pelo de agua con marea alta hasta el hongo del riel de 16 metros.

La crónica “Puente ferrocarretero” de la Municipalidad de Patagones aporta como dato curioso que “el pilar central tiene un dispositivo especial (espacio) para dinamitarlo en caso de guerra o necesidad, debido a que el puente es de origen alemán y allí se tomaban y eran necesarias estas previsiones, siendo descubierta esta característica por dos buzos que inspeccionaron el pilar central en el año 1971”.

El sistema de elevación del tramo basculante “era accionado con motores eléctricos alimentados desde una usina propia, instalada debajo del puente, pero en caso de fallar ese mecanismo se podía accionar manualmente”.

En su época el puente levadizo (se levanta en un tiempo de dos minutos y medio) tuvo una importante función comercial en especial en la década del 40 dado porque “daba paso a los buques de gran calado que llegaban del puerto de Patagones cargados de productos traídos desde Buenos Aires y, en ocasiones, de Europa, y a bordo de los cuales salían fardos de lana y otros productos de la Patagonia con rumbo a los mercados donde se consumían”.

Hay también una leyenda negra con respecto a los 450 trabajadores empleados en la obra, habiendo testimonios que aseguran que los que fallecieron en el transcurso de su construcción fueron sepultados en los pilotes de hormigón.

Es imposible soslayar el lado romántico de esta obra emblemática de la Comarca porque ha sido inspiración frecuente de escritores, poetas, fotógrafos y pintores, además de convertirse en una postal de interés turístico para quienes visitan la comarca.

Cuando en años de mi niñez y adolescencia viajaba en tren desde Bahía Blanca hasta Valcheta teníamos la costumbre de arrojar desde el mismo nuestras monedas al río Negro pidiendo tres deseos que después la suerte diría.

“El puente ferrocarretero –dice la crónica– es algo así como un familiar gigantesco para todos los pobladores de la comarca, muchos de los cuales, o la gran mayoría en realidad, han convivido con su silueta desde la infancia”.

Seguramente que con su remodelación y puesta en valor seguirá tutelando y comunicando a los viedmenses y maragatos durante muchas generaciones más.

 

JORGE CASTAÑEDA

ESCRITOR VALCHETA

 

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